-
Consuelen como Dios y no busquen consuelo fuera de Él.
– -
Sirvan a Dios, sean buenos y háganlo con alegría, con constancia, con humildad. No se trata de aprender un oficio, sino de llevar a Cristo en el corazón para poderlo ofrecer sin reservas a los demás, especialmente a quienes más lo necesitan.
– -
Tenemos que formar sus corazones, de lo contrario creamos pequeños monstruos. Y después, estos pequeños monstruos formarán al pueblo de Dios.
– -
Seminaristas, no se preocupen de la aprobación de los demás ni del propio bienestar, deben dedicarse a promover la caridad y anunciar el Evangelio “hasta en los rincones más remotos”.
– -
Si el seminario es demasiado grande, es necesario separarlos por comunidades con formadores capaces de seguir realmente a las personas.
– -
Sigan fielmente las orientaciones de los formadores. Ellos saben muy bien la importancia decisiva que tiene, para el seminarista, una vida espiritual intensa y constante, una preparación intelectual seria, una experiencia comunitaria y de fraternidad, y la actividad apostólica. Estos son los pilares, que interactúan y se complementan entre sí, sobre los que se funda la vida del seminario.
– -
Por favor, hay que estudiar bien el recorrido de una vocación. Examinar bien si ese es del Señor, si es un hombre sano, si es un hombre equilibrado. El Señor llama, pero no es suficiente. Y nosotros los obispos tenemos la tentación de admitir sin discernimiento a jóvenes que se presentan.
– -
La formación no sólo debe ser orientada al crecimiento personal, sino, a su perspectiva final: el pueblo de Dios.
– -
Es necesario formar personas que sean realmente testigos de la resurrección de Jesús.
– -
El formador tiene que pensar que la persona en formación será llamada a cuidar el Pueblo de Dios.
– -
No formar administradores, sino padres, hermanos, compañeros de caminos.
– -
Queridos seminaristas, ustedes no se están preparando para realizar una profesión, para convertirse en funcionarios de una empresa o de un organismo burocrático. ¡Estén atentos a no caer en eso! Ustedes se están convirtiendo en pastores a imagen de Jesús el Buen Pastor, para ser como Él y en persona de Él en medio de su rebaño, para apacentar a sus ovejas.
– -
La vida espiritual fuerte, la vida intelectual seria, la vida comunitaria y, finalmente, la vida apostólica, no necesariamente en este orden de importancia. Las cuatro son importantes. Si falta una, la formación no es buena.
– -
Deben tener en cuenta que su labor es la evangelización “en cada una de sus formas” y que ésta debe comenzar con un reconocimiento de que los propios sacerdotes conforman una fraternidad y son una unidad.