“No se trata de que ideología se impone, sino de cuanta libertad se dispone para educar como cada uno cree a sus hijos”. Hay muchos padres que se mantienen firmes en la convicción de que son ellos los encargados de transmitir a sus hijos los materiales mejores.

Cuentan que una vez, un arquitecto fue llamado por el Consejo de Administración de la empresa donde trabajaba. Le dieron los planos de una “casa modelo” que se construiría en una de las zonas residenciales más exclusivas de la ciudad. El presidente del Consejo le dijo que no escatimara en gastos y que debía utilizar los materiales más finos y debía también contratar a los mejores trabajadores.

A medida que progresaba el trabajo, el arquitecto pensaba: “Nadie sabrá jamás lo que hay en las partes ocultas. ¿Para que contratar trabajadores tan costosos? ¿Para que usar materiales tan finos?”.

Entonces comenzó a utilizar materiales de clase inferior, contrató trabajadores menos eficientes y se guardó la diferencia del coste de la construcción.

Poco después de terminar la casa, el presidente del Consejo organizó una recepción para celebrar su terminación. Después de un largo discurso, dejó sorprendido al arquitecto presentándole las llaves de la casa: “Queremos obsequiarle a usted con esta casa”, le dijo, “como testimonio de la alta estima que nos merecen sus muchos años de esplendido y honrado servicio”.

“Si hubiese sabido que la casa era para mí, no habría reparado en gastos, en contratar a los mejores, en no dejar a otros lo que yo pudiera haber hecho para que todo hubiera quedado genial y que la casa nunca se cayera en la primera contrariedad, que resistiera los embates de la naturaleza y protegiera a los míos y que fuera un sitio agradable donde vivir, y…”.

Nuestros hijos son nuestros, no del Estado ni de los políticos, ¿por qué dejamos en sus manos lo que debemos hacer nosotros para que ellos se puedan construir con los mejores materiales?

En contra de lo que parece ser la mejor opción, esto es, dejar en manos de trabajadores menos eficientes la construcción de la persona de cada uno de nuestros hijos y de guardarnos para nosotros el esfuerzo que nos ahorramos, hay por ahí muchos padres que no ceden ante estas pretensiones estatales y se mantienen firmes en la convicción de que son ellos los encargados de transmitir a sus hijos los materiales mejores, necesarios para su propia construcción.

Publicado originalmente en Actuall

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