Los primeros siete años de vida de Jonathan Bryan no han sido fáciles. Sin poder hablar, moverse o comunicarse debido a una parálisis cerebral, se ha visto obligado a vivir en silencio. Solo un guiño de ojos, una sonrisa o un movimiento de cabeza le servían para expresar lo que necesitaba.
Sus padres, los británicos Chantal y Christopher Bryan sufrieron un grave accidente de tráfico cuando ella estaba embarazada de siete meses. Aunque los padres salieron ilesos, el pequeño en el impacto perdió mucho oxígeno y nació por cesárea urgente.
El diagnóstico de los médicos fue desolador. Jonathan padecía parálisis cerebral, no iba a poder caminar, hablar o moverse, ni siquiera reconocería a sus propios padres. “El médico que me atendió no tuvo ningún reparo en decirme que el escáner cerebral de mi hijo era uno de los peores que había visto”, afirma Chantal para The Daily Mail.
Los especialistas previnieron a esta familia que la vida de Jonathan no iba a ser fácil y aconsejaron a sus padres que no invirtieran en el tratamiento médico, porque “estaría mejor muerto”.
Pero sus padres, lejos de abandonarle, decidieron apostar por su vida. “Cuando le vi en la incubadora, me miraba como implorándome, su vida dependía de nosotros y tenía claro que no le íbamos a abandonar”.
El tratamiento estuvo lleno de altibajos. A la edad de tres años Jonathan se sometió a un trasplante de riñón y a la edad de cuatro sufrió una infección pulmonar que le provocó daños irreversibles, por ello necesitará el resto de su vida un tuvo de oxígeno para respirar.
“Los primero años dudábamos de todo, cada complicación médica era un mundo para nosotros, nunca sabíamos si Jonathan iba a sobrevivir y no sabíamos si estábamos haciendo lo correcto, pero ha sido un niño muy fuerte, siempre salía adelante con todo y eso nos motivaba para continuar con el tratamiento”, afirma su padre.
Pero su educación, sin duda ha sido el mayor reto al que se ha enfrentado. Sus padres acudieron a varios centros especiales para que ayudaran a su hijo, pero solo recibieron negativas afirmando que Jonathan no iba a ser capaz de aprender, ni a comunicarse y le tacharon de “caso perdido”.
Pero Chantal y Christopher no perdieron la esperanza y se negaron a aceptar que su hijo no fuera capaz de aprender nada ni a desarrollar su inteligencia. Por eso decidieron enseñarle desde casa.
Chantal se informó de los tableros denominados “Etran”, un sistema de comunicación por visualización. En un tablero de metacrilato se colocan diferentes dibujos, dependiendo del nivel de la persona, y mientras se repasa en voz alta cada dibujo, el discapacitado guiña un ojo o un hace un movimiento para señalar el que desea.
Para acabar con la vida silenciosa de su hijo, su madre Chantal creó un tablero Etran con dibujo muy básicos, y cada mañana repasaba la tabla para que Jonathan pudiera pedir lo que necesitaba. Al principio el progreso fue lento, su madre no sabía si el pequeño estaba entendiendo el procedimiento, pero lejos de abandonar, Chantal siguió trabajando con su hijo. Pronto se vieron los primeros resultados y Jonathan empezó a guiñar en los dibujos que representaban sus necesidades.
Pronto pasaron a una tabla con letras y números y Jonathan empezó a deletrear. Más tarde, Chantal le enseño a su hijo expresiones complejas, fonética e incluso sentimientos y Jonathan respondía con frases elaboradas y expresiones bien formuladas.
Después de siete años de silencio, Jonathan empezó a hablar a través de su madre y su tabla. Sus padres descubrieron que su hijo había sido consciente siempre de su condición, de su alrededor y su inteligencia iba más allá del diagnóstico médico.
Ahora con nueve años, Jonathan es capaz de lo inimaginable. Sus pensamientos son tan elaborados que ha escrito varios cuentos sobre Piratas, su temática favorita, con la ayuda de su madre y su tabla. “Mientras escribíamos juntos uno de sus cuentos, Jonathan deletreó a través de la tabla la palabra ‘miríada’, me quedé muy sorprendida, no es un termino que un niño de nueve años sepa y desde luego no se lo hemos enseñado en casa, realmente mi hijo es muy inteligente”, afirma su madre en The Daily Mail.
“Escribir sus propios cuentos es un milagro, ha encontrado la voz que hasta ahora no tenía. Esta tabla ha sido la salvación para nuestra familia, puesto que podemos tener una conversación normal y preguntarle cosas cotidianas, y él te da las mejores respuestas. Un día me dijo sin más que no le gustaba que le lavara la cara y todos nos echamos a reír”, afirma la madre.
Con la ayuda de su familia y tres tablas Etran diferentes, una con números, otra con puntuaciones y una última con letras, el pequeño escribe poemas que presenta a diferentes concursos y hasta ha escrito su propia biografía.
En el colegio es uno de los alumnos más brillantes y ha sido un ejemplo para sus compañeros. “Siempre le han tratado como un niño normal y está haciendo muchos amigos”, asegura su padre.
En su casa, junto a sus hermanas, Susannah de siete años y Jemina disfruta como cualquier niño de su edad. Disfruta jugando con los Legos, mediante la tabla explica donde hay que colocar la pieza, y sus hermanas lo hacen por él. Además, le encanta el cine, un hobbie que comparte toda la familia.
Sin duda, estos dos últimos años han sido una cambio radical en la vida de Jonathan, la dedicación de su madre y su familia han supuesto su liberación. A pesar de estar confinado a una silla de ruedas y a no poder hablar, ha logrado comunicarse perfectamente.
Beatriz de la Rosa
Fuente: ACTUALL