Sirácide 15,16-21 1 Corintios 2,6-10 Mateo 5,17-37

Las palabras que escuchamos de Jesús en la escena evangélica nos hablan de la ley moral. ¿Qué quiere decir Jesús cuando expresa que no ha venido a abolir la ley o los profetas, sino a darles plenitud? Este tema ocupó la reflexión de san Pablo y que, más tarde, fue uno de los puntos de conflicto de la Reforma protestante.

De hecho, en nuestra vida y convivencia humana hay muchas leyes, especialmente las de naturaleza moral: no hacer daño a los demás, hacer el bien. En la raíz del tema está el mensaje central de Jesús y su propia experiencia. Jesús anuncia el amor misericordioso de Dios a toda la humanidad, quien nos llama a una vida plena en él hecha de amor, de generosidad, de pobreza, de libertad, de alegría. Jesús mismo ha vivido plenamente en el Padre y nos da su Espíritu de amor y de pobreza. Acoger su mensaje comporta una manera nueva de vivir, de decidir, de relacionarnos. Esta revelación sobre nuestra manera de vivir según el Espíritu y el amor de Dios lleva la Ley a su plenitud.

El mensaje ético de Jesús es una verdadera novedad. Él lo expresa con las sorprendentes contraposiciones del Sermón de la Montaña. En la base de todo está su mensaje y su experiencia. Jesús no ha venido a hablar de lo que está mandado o prohibido para urgir su cumplimiento; él nos revela el amor inmenso de Dios y la vida nueva de amor, de paz, de generosidad, a la cual nos lleva el Espíritu de Dios, y nos propone esta vida como la verdadera alegría.

Afirmar la libertad del ser humano no significa afirmar la licitud de cualquier comportamiento ni eliminar el valor de la ley o de los imperativos de la conciencia. A quienes pensaban ver en las enseñanzas de Jesús un rechazo de la ley, él les responde que no ha venido a abolir la ley, sino a llevarla a su plenitud; es decir, a aclarar y a profundizar aún más sus exigencias, en relación con la entrada en el Reino de Dios. Jesús pide a sus discípulos una justicia mayor, una ética más exigente; que no se limita a un comportamiento puramente exterior, sino que se extiende a todos los elementos del proceder humano.

La síntesis perfecta entre ley y libertad nos es ofrecida en Jesucristo, que es, por lo tanto, un punto de referencia esen- cial y nuestra interior norma de vida. Cristo es nuestra Ley suprema y nuestra libertad.

Que la Eucaristía nos ayude a comprender el mensaje de Jesús y a vivir cómo él nos propone, esto es, en el marco del amor.

Pero Jacinto Rojas Ramos

IFCJ

 

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