La alegría es el resultado de sentirse plenos y no ajenos a las dificultades, ya lo escriba san Pablo a los Tesalonicenses: «Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.» 1 Tes 5,16-18

El médico y escritor francés F. Rabelais (1492-1553), que frecuentó las principales universidades de Francia, que cursó estudios de Medicina en Montpellier, que ejerció de médico cirujano en Lyon y con experiencia cenobítica, afirmaba que:
«Las personas alegres… curan

La personas alegres…
Suelen evitar posibles depresiones y enfermedades.
Acostumbran a temperar nervios y tensiones.
Suelen calmar crispaciones y enfrentamientos…

La personas alegres…
Acostumbran a ser personas de fe y de esperanza.
Suelen ser bondadosas, generosas, caritativas.
Aportan gozo, jovialidad, sonrisa y a veces hilaridad.

Las personas alegres…
Suelen transmitir serenidad, optimismo, paz.
Traen tranquilidad, bonanza y bienestar.
Ofrecen ánimos —ánima— y calidad de vida.

La personas alegres…
Suelen brindar cordialidad y comparten su felicidad.
Intentan dar fuerzas para seguir, luchar y amar.
Dan el mejor obsequio que es la verdadera amistad.

Y como dice E. V. Ayexander:
«Será pequeña virtud la alegría; pero tales torrentes de luz esparce en la vida, que la niebla más oscura y la más negra tempestad son impotentes para disipar su luminosa y bienhechora influencia

Como bien decía J. Addison, escritor inglés, fundador de la revista The Spectator:
«La alegría es, ante todo, fomento de salud

Fuente: Religión en libertad

Alimbau, J.M. (2017).  Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.

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