Tal y como estaba previsto, el Domingo de Resurrección la Iglesia de América Latina y el Caribe se consagró a la Virgen de Guadalupe y pidió su protección para los pueblos del continente y de todo el mundo ante la pandemia de Covid-19 que nos aflige.
Fue en una ceremonia oficiada a mediodía en la basílica mexicana que estuvo presidida por el arzobispo primado del país, cardenal Carlos Aguiar Retes. En este Domingo de Resurrección, haciendo uso de la tecnología los 46 países que componen a América Latina y el Caribe se unieron de manera remota a esta plegaria que se trasmitió desde la Basílica de Guadalupe.
Al inicio de la ceremonia el nuncio apostólico Franco Coppola leyó el mensaje del Papa Francisco. En el que el Santo Padre manifiesta su «cercanía espiritual en estos momentos de oscuridad» y pide a los obispos latinoamericanos que sean portadores de la ternura de Jesús ante quienes enfrentan la enfermedad en el desamparo y la soledad. Jesucristo, vencedor del pecado y de la muerte, constata el Pontífice, «nos dice que no podemos seguir y salvarnos cada uno por nuestra cuenta, sino solo unidos, como hermanos (…)».
El presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), el franciscano Miguel Cabrejos Vidarte, se hizo presente en la ceremonia a través de un videomensaje. «Siempre, en momentos críticos como epidemias, pestes y guerras —dijo el arzobispo metropolitano de Trujillo (Perú)—, han suplicado con confianza la protección maternal de la madre de Jesús, por eso le dirigimos esta oración: Tú, Madre, que sanaste al tío de Juan Diego, y durante el siglo XVIII protegiste bajo tu manto a todo México de la epidemia de matlazahuatl, hoy venimos nuevamente sintiéndonos pequeños y frágiles ante la enfermedad y el dolor para pedirte por toda la humanidad, especialmente por tus hijos más vulnerables: los ancianos, los niños, los enfermos, los indígenas y los migrantes».
La «Oración a la Virgen de Guadalupe en tiempos de pandemia» dice así:
«Santísima Virgen María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive. En estos momentos, como Juan Diego, sintiéndonos “pequeños” y frágiles ante la enfermedad y el dolor, te elevamos nuestra oración y nos consagramos a ti.
Te consagramos nuestros pueblos, especialmente a tus hijos más vulnerables: los ancianos, los niños, los enfermos, los indígenas, los migrantes, los que no tienen hogar, los privados de su libertad.
Acudimos a tu inmaculado Corazón e imploramos tu intercesión: alcánzanos de tu Hijo la salud y la esperanza.
Que nuestro temor se transforme en alegría; que en medio de la tormenta tu Hijo Jesús sea para nosotros fortaleza y serenidad; que nuestro Señor levante su mano poderosa y detenga el avance de esta pandemia.
Santísima Virgen María, “Madre de Dios y Madre de América Latina y del Caribe, Estrella de la evangelización renovada, primera discípula y gran misionera de nuestros pueblos”, sé fortaleza de los moribundos y consuelo de quienes los lloran; sé caricia maternal que conforta a los enfermos; sé tierna compañía de los profesionales de la salud que los cuidan; y para todos nosotros, Madre, sé presencia y ternura en cuyos brazos todos encontremos seguridad.
De tu mano, permanezcamos firmes e inconmovibles en Jesús, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén».