Una vida fructífera necesita de paciencia y confianza. Lo saben bien los agricultores que trabajan por sus cosechas, pero también los padres respecto de la crianza de sus hijos. En ocasiones, uno nunca sabe cuándo va a recoger el fruto más preciado.
Los seres humanos somos personas muy particulares. En nuestra cultura de hoy, con sus prisas, sus demandas de inmediatez y las tensiones y ansiedades que estas nos generan, la mayoría somos propensos a quejarnos cuando algo va o sale mal, incluyendo cuando no nos dan un buen servicio o cuando no se nos proveen nuestras demandas en el tiempo que esperamos.