Debemos hacer un esfuerzo por servir a los demás, de buscar y promover lo que sea bueno para ellos y hacerlo como Cristo lo ha hecho con nosotros, con gran paciencia, bondad y generosidad
Ninguno de nosotros puede afirmar haber dominado perfectamente la virtud de la paciencia. A veces creemos que hemos conseguido una gran victoria en adquirir paciencia, y luego, de la nada, ¡explotamos! Nuestra ilusión de ser la persona más paciente del mundo se desvanece en instantes.
La alegría es el resultado de sentirse plenos y no ajenos a las dificultades, ya lo escriba san Pablo a los Tesalonicenses: «Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.» 1 Tes 5,16-18