Por el peregrino Aldo Sierra.
Segunda Postal: el lago de Genezareth o mar de Galilea.
Siguiendo los pasos de Jesús ahora dejo Cesarea del Mar y me dirijo a Galilea. Esta tierra que para los Romanos era solo una región de “montañas y guerrilleros rebeldes” (Flavio Josefo) y que para nosotros está ligada a una parte significativa de la vida de Jesús, ya que aquí él creció y ejerció su principal misión. Empecemos pues con el lugar geográfico central: El Lago de Genezareth o Mar de Galilea.
La primera vista del lago, viniendo por el lado occidental es impresionante, pues está cayendo la tarde y el lago, al salir de la primera curva y empezar a descender, se muestra en toda su extensión y belleza. Tiene una forma definida, una silueta bien delineada como una gota de agua gigante. A los Galileos antiguos la forma del lago les sugirió un harpa, por eso el nombre arameo de “Yam Kinereth” = mar Genezareth (el mar que tiene forma de arpa). Este Lago de Genezareth o Mar de Galilea es un vaso de agua dulce extendido en la parte nororiental de Israel. Después del Mar Muerto, es el vaso acuático más bajo del mundo (200 metros bajo el nivel del mar aprox.).
He llegado aquí y he decidido quedarme al menos tres días. Me hospedo en un Kibutz (cabañas apostadas unas frente a las otras en formando un círculo) a muy pocos metros del lago. Alrededor de este lago se desarrolló gran parte de la misión de Jesús y hay tantos lugares aquí interesantes que me emocionará visitar, les prometo llevarlos conmigo. Qué le parece? Iremos a Cafarnaúm, a Tabga, lugar de las siete fuentes donde Jesús multiplicó los panes y los peces, seguiremos al monte de las bienaventuranzas y concluiremos con Gerasa, lugar de símbolo de liberación y donde Jesús sanó a un hombre que por muchos años había estado poseído por múltiples demonios.
El lago de Genezareth me sugiere a Jesús y sus discípulos. Es para mí el lugar donde inicia el seguimiento de Cristo, el lugar donde Jesús llamó a los pescadores, sus primeros discípulos. Salgo a caminar en la tarde, como a eso de las cinco, el sol está cayendo, camino por la playa, por suerte ya solitaria a estas horas. Recuerdo el pasaje donde Jesús, bordeando la otra orilla del mar de Galilea, encuentra a Simón y Andrés, Juan y Santiago lavando las redes. Jesús los invita dejar todo y a seguirlo, y ellos, dejando a su padre y a sus barcas lo siguieron (cfr. Marcos 1, 16-20)… Juan habla de la hora décima como probable hora del llamado. La hora décima correspondería a las cuatro de la tarde nuestras.
Yo camino aquí en esta “otra orilla” (la más solitaria al estar situada frente a los asentamientos importantes como Magdala o Cafarnaúm) y son más de las cinco de la tarde, o sea, más o menos en el tiempo en que ocurrió la llamada. Me emociona saber que hace poco más de dos mil años sucedió eso y pienso en mi vocación, en mi llamado a la vida y a la santidad. Pienso en las tantas vivencias que he tenido, en mis alegrías y en mis horas difíciles y le digo al Señor que me deje renovar mi vocación, en primer lugar a la vida, en segundo lugar al servicio de los demás y claro, de su Reino. Le pido que en horas de duda me haga descubrir otra vez esa hora décima, esas cuatro de la tarde en que me llamó.
Estoy aquí, en el lugar del discipulado y me siento sobrecogido por la belleza de estas aguas donde el Señor nos dijo: de ahora en adelante serán pescadores de hombres.
Un saludo desde esta playa de la vocación.