“Sacratísimo Corazón de Jesús: estas religiosas que aquí ves y que nos llamamos Hijas tuyas, son el fruto* del Instituto que has querido se establezca para promover tu reinado en los corazones, particularmente en los que de Ti viven alejados. Con cuánto gozo venimos a ponernos bajo tus órdenes; cada una de nosotras puede decir lo que el niño Samuel a Helí: `Heme aquí, porque me has llamado’.

Sí, Señor Jesús, bondad tuya ha sido el habernos llamado a trabajar en este Instituto. Aquí estamos para conquistar corazones para Ti; para cultivar los que logremos tener a nuestro lado, a fin de afirmar en ellos tu reinado; aquí nos tienes, dispuestas a desagraviarte con nuestras oraciones, penitencias y con toda nuestra vida, por las ofensas que recibes. Sabemos que quieres corazones que se ocupen en reparar los ultrajes sin número, que te hace la ingratitud humana; ese será el espíritu con que irán animados nuestros actos, a eso se dirigirán nuestros pensamientos, anhelos y acciones.

Sabemos que buscas apóstoles que, con obras de penitencia y reparación, aplaquen tu justicia y hagan descender sobre nosotras las gracias que tienes preparadas y que no mandas porque estás esperando la reparación que tan justamente se te debe. Esa reparación es la que nos proponemos ofrecerte.

Es verdad que nada somos y que nosotras mismas lamentamos el haberte ofendido y no saber corresponder como debemos a tus gracias pero, ¿Qué no podremos hacer con tu auxilio? En él pues, confiamos, no en nosotras. Nuestras obras y satisfacciones por sí, nada valen; pero unidas a tus méritos y satisfacciones, serán aceptadas por tu Eterno Padre, quien verá en ellos el infinito valor de la reparación hecha por Ti, que eres Víctima Divina que se sacrificó por todos los hombres.

Ahora, ¡Oh Divino Corazón! una petición que te suplicamos escuches, por tu Inmaculada Madre y que despaches favorablemente: bendice nuestro Instituto, haz que su obra sea fecunda para el bien de las jóvenes y niñas; envía vocaciones celosas, operarios del agrado tuyo que vengan a trabajar por tu reinado en todos los corazones; danos religiosas santas que, con palabras y ejemplos, sean verdaderos apóstoles tuyos.

Por medio, en fin, de nuestra Inmaculada Madre, nos ofrecemos a Ti, ¡Oh Divino Corazón! dígnate aceptar nuestra humilde ofrenda.

Danos las gracias que necesitamos para cumplir, conforme a tu agrado, con todo aquello que de nosotras pide el estado que hemos abrazado. Bendice también a nuestras educandas que con gozo te ofrecemos, pidiéndote las favorezcas con las gracias que necesitan para serte fieles y caminar resueltamente por el camino de la salvación que han emprendido” N. P. Fundador (* En el original dice primicias).

 

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