Todos los padres y madres (incluso la gente) ya han pasado por situaciones así: tú estás hablando con alguien y tu hijo te llama la atención y quiere que pares la conversación para que lo atiendas. Es un obstáculo clásico en la relación padres e hijos pequeños.

Encontramos una solución citada en este artículo, del blog australiano An Everyday Story, que parece hacer sentido. La técnica en cuestión fue aprendida por la autora del texto al observar el comportamiento de una amiga con el hijo.

Ellas estaban platicando en casa, cuando el hijo de la amiga, de 3 años, fue hasta la madre queriendo decirle algo. Pero en vez de interrumpirla, puso la manita en el pulso de la madre. En respuesta, sin interrumpir la conversación, la madre puso su mano en la manita del niño.

Cuando la madre terminó lo que estaba diciendo, ella se volteó hacia el niño, prestándole la atención que quería. La autora que defiende esta “técnica” explica que este es un acto sencillo pero al mismo tiempo muy cariñoso. Está claro que el niño tuvo que ser condicionado para saber esperar algún rato hasta que la madre pudiera concluir su idea o terminar la historia.

Ella decidió aplicar la misma técnica con sus hijos después de ponerse de acuerdo con el marido que él también haría lo mismo. Ellos explicaron a los hijos que si ellos querían decir algo mientras alguien ya está hablando, basta colocar la manita en su pulso y esperar un poco. Ella cuenta que fue necesario muy poco tiempo para que los niños entendieran el sistema y dejaran de interrumpir sus conversaciones.

Lo más interesante es que, de esa manera, no hay necesidad de crear un clima desagradable al repetir frases como: “no me interrumpas”, “estate quieto” o “espera y no seas mal educado”. Es una cuestión de toque, literalmente.

¿Lo intentamos?

Por TSMM

Fuente: ALETEIA

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