1- Cristo, “plenitud en el campo Psicológico.”

Casi al final de su vida y término de la maduración del misterio de Cristo, San Pablo parece resumir cuanto escribieron sobre Cristo con una palabra: “Plenitud.”

Col. 1, 19

También nosotros podemos expresar con esta palabra el significado último de la castidad consagrada. Un cristiano así consagrado estará “sin preocupaciones”, porque no tienen lugar en él otras preocupaciones, una vez que Cristo colma toda la capacidad psicológica.

Prestemos atención a esta última frase. Muchas veces decimos sinceramente que Cristo es la totalidad de nuestra existencia y de nuestra actividad, porque tenemos la seguridad de que Él es el último fundamento de la existencia cristiana y el motor de nuestras acciones. Pero esto ocurre en el plano ontológico, es decir, que si somos religiosas es porque tenemos fe en Cristo y esta fe nos lleva a dedicarnos a trabajar por el Reino de Dios.

Pasando ahora al plano psicológico, la cosa cambia. Muchísimas veces, junto con la afirmación precedente del plano ontológico, confesamos nosotras mismas, al término de los exámenes de conciencia: ¡Señor, tu sabes que todo lo he hecho por ti, pero apenas he tenido tiempo de acordarme de ti1 En el campo psicológico, por consiguiente, Cristo no ocupa el mismo puesto que en el ontológico.

Para evitar todo mal entendido será oportuno preguntarnos qué puesto ocupa Cristo en nuestra vida, es decir, hasta donde llega nuestro contacto consciente. Cuanto hemos expuesto hasta ahora, se refería obviamente, al campo consciente de las “preocupaciones” y “distracciones”, según el lenguaje paulino.

2- Estar en contacto consciente con Cristo, la única “preocupación”.

Al preguntar a un santo jesuita siendo yo sacerdote. ¿Le parce Padre que el punto de capital importancia en la vida espiritual, nuestra primera y absoluta preocupación, consiste en mantenerse en contacto consciente con Cristo? El, que se prodigaba más allá de los límites normales en el campo del trabajo apostólico y se dedicaba especialmente a los pobres, me respondió inmediatamente: “La única preocupación, todo lo demás son ocupaciones”.

Pablo VI exhortaba a todos los religiosos en la Evangélica testificatio “… la búsqueda de la intimidad con Dios comporta la necesidad verdaderamente vital de un silencio de todo el ser, tanto para los que buscan a Dios en medio del trabajo, como para los contemplativos” (No 46)

 

Estas fórmulas más próximas a nosotros en el tiempo, son consecuencia legítima de la fórmula de san Pablo: “quiero veros sin preocupaciones.” (1 Cor 7, 32) Según el contexto, san pablo piensa en las preocupaciones provenientes de la vida de los casados pero su enunciado es general, porque l fin del Apóstol como él mismo lo dice, es animar a los fieles “A lo que es honesto y a vivir en intimidad con el Señor sin distracciones.

 

(1 Cor 7, 35)

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