Los niños inician una etapa de autonomía, alrededor de los 2 años. Empieza un cambio de actitudes y conductas diferente a los primeros meses de vida. En este momento el pequeño se siente seguro de su físico, ya camina y se encuentra en un proceso de descubrimiento de todo lo que hay a su alrededor, así mismo se entrena en un lenguaje más estructurado, y a medida que se va desarrollando, muestra interés por aprender, indagar y todo lo quiere descubrir, Sumando a ello la etapa del “Por qué”.

Para los padres de familia dónde ambos trabajan, es difícil toparse con esta serie de situaciones, pues se llega cansado a casa, fastidiado y de repente con alguna que otra preocupación. No solo ellos están expuestos a perder la paciencia, sino por otra parte, los educadores, cuidadores que día a día deben lidiar con esta situación.

Sin embargo cuando se pierde la paciencia, las cosas pueden empeorar y se salen de control. El adulto puede tomar actitudes bajo los efectos de la desesperación, llegando a ser intransigente, violento, poco tolerante e incluso transmitiendo inseguridad y ocasionando en caso de grupo, una mayor indisciplina.

En el aspecto familiar se genera tensión, se puede recurrir a vocabulario ofensivo, que deja en los  menores experiencias desagradables, que más tarde le ocasionan conflicto. Pudiendo manifestar agresión no solo verbal sino también física. Puede en el momento  mismo llegar al arrepentimiento y en vez de corregir o poner límites a la situación, llega en los adultos o padres, la necesidad de querer compensar y reparar la culpa. Olvidándose de los acuerdos y reglas establecidos. Ello afecta la educación del menor, pues se ira formando en una relación ambivalente donde no sabe qué hacer.

El perder la paciencia afecta tanto a padres, educadores y los niños, llevando consigo una serie de consecuencias: Pérdida de control, efectos fisiológicos, tensión, se agrava la situación. En el caso de los niños, se sienten temerosos, actúan conforme a las actitudes de los padres, no se establecen límites claros, puede generarse resentimientos, el niño aprende una actitud violenta y la refleja en la escuela.

Es sumamente importante para el óptimo desarrollo del niño, entender la etapa o proceso por la que está pasando, y actuar conforme a ello. Sin embargo la paciencia pude ejercitarse, hacerla un hábito y tratar de que las relaciones con los niños sean agradables, aclarando que se debe poner límites, guiarlos, enseñarles con la palabra y el ejemplo a acatar reglamentos. En dichos reglamentos de casa o escuela, involucrarlos en la elaboración de los mismos, para apoyar al menor a un mejor compromiso. Dándole sus espacios de esparcimiento, recreación y liberación de energía.

Se sugieren tips para mantener la calma y reforzar la paciencia

  • Evita perder el control. Utilizar técnicas de respiración profunda, el conteo de los numeritos, ignorar por unos minutos breves el momento para lograr la calma, tomar agua. Hablar con voz firme en un tono medio, donde se logré recuperar la atención de los niños.
  • Comprender las necesidades del niño, entender que su trabajo es el juego, el desgaste físico y para ello dialogar y dar indicaciones, para que se lleve de la mejor manera.
  • Dejar los problemas laborales fuera de casa, no permitirse entrar a la puerta con el coraje o angustia que se tiene en ese momento.
  • Recordar que la familia o los educandos encomendados, no son culpables de algunas situaciones.
  • Buscar un momento oportuno, para dialogar con la pareja o la persona de confianza sobre los problemas que aquejan y a sí aminorar la tensión.
  • Entender que la capacidad de compresión del niño, está en desarrollo y su actividad de razonamiento es diferente a la del adulto, debido a las funciones cerebrales y de desarrollo del pensamiento.
  • No tomar a pecho la actitud del menor, como algo personal, recordar que la persona adulta se encuentra en otro nivel de maduración y el menor está en un proceso de aprendizaje.
  • Ante la etapa del porqué de los niños, no ignorar sus inquietudes, tratar de dar una respuesta razonable para los pequeños, que calme sus dudas y tratar de no dar pie a que siga el juego de la pregunta.
  • Identificar y atender las necesidades prioritarias del niño, es sumamente importante, no rechazarle. Si se encuentra con alguna visita o realizando algo importante, tomar un pequeño paréntesis para brindar la atención, hacerle sentir al menor que es importante. Y explicarle en breve que podrán platicar o jugar un poco más tarde.
  • Evitar perderse en el uso de las nuevas tecnologías cuando el niño pida ser atendido, pues él percibe cuando los adultos o papás le descuidan.
  • Practicar la virtud de la paciencia en lo personal, y sobre todo en relación con los pequeños que se encuentran en formación, para generar en ellos los futuros adultos tolerantes.
  • Establecer comunicación con los pequeños, darse espacios para jugar con ellos juegos que impliquen el acatamiento de normas, para que el niño vaya aprendiendo a tener límites.
  • Establecer límites y reglas, en un dialogo adecuado, de acuerdo a la edad del menor, explicarle bien y asegurarse que estas reglas han sido entendidas.
  • Fomentar la sana convivencia en familia y organizar los tiempos para el desarrollo de las labores del hogar, la recreación de los hijos y el trabajo.

La paciencia es una virtud del ser humano, que le da la fortaleza para afrontar la adversidad, le ayuda a ser tolerante ante la frustración y le proporciona medios para actuar en momentos  difíciles. Es un pequeño camino hacia el raciocinio que permite analizar y mejorar las soluciones en situación de conflicto. Forjar en el niño esta virtud, hará de él un gran ser humano. Ser pacientes con los niños y ellos aprenderán a ser pacientes con los adultos mayores.

Lic. Emma Monjaraz Anguiano

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