Por Jorge Gabriel Rodríguez

 Maestro en Desarrollo Humano

 Cuando una persona pierde a un ser querido no es suficiente manifestarle nuestros sentimientos. Consolar al triste no es solamente decirle palabras bonitas, hay que ayudarlo a que supere su proceso de duelo. Cabe pensar por ejemplo en niños de la calle. O en víctimas de ciclones.

En el caso de la muerte de un ser querido, la Tanatología, como ciencia, puede ayudar en el tránsito hacia la otra vida. Nos dice cómo atender a las necesidades materiales, emocionales y espirituales del enfermo terminal. Nos dice qué hacer antes y durante el proceso. Pero también nos instruye sobre cómo ayudar a los familiares después del deceso.

En psicología se ha demostrado que quien más sufre una muerte es el cónyuge. Para él o ella los trastornos son los más graves de toda su vida: ha perdido su relación afectiva más importante, hay un vacío difícil de llenar en lo físico, emocional y espiritual. Por esto es común que los viudos o viudas no tarden mucho tiempo vivos.

Y si bien, la Tanatología nos dice que no hay que descuidar el aspecto espiritual, también afirma que debemos aprender a apoyar a los deudos en el proceso del duelo psicológico.

El duelo es el dolor ante una pérdida, y en el caso de un ser muy querido implica una crisis existencial. Y con ello es un peligro y una oportunidad como dice la sabiduría china. Hay peligro porque el dolor puede ser tan fuerte como para llevarnos a la tumba. La oportunidad consiste en saber que, enfrentar una perdida tal, nos puede transformar y ayudar a descubrir un nuevo sentido a nuestras vidas.

En psicología se sabe que existen siete etapas en las cuales podemos intervenir para consolar al doliente, estas son:

  1. Negación. El deudo primero intenta negar su pérdida, no quiere reconocerla por ser verdaderamente traumática. Interiormente se dice. ¡Eso no pasó!.
  1. Confusión. El deudo se desconcierta en muchos niveles, no sabe que hacer con su vida, todos los hábitos se han trastornado. La pérdida del cónyuge implica cambiar drásticamente hábitos de toda la vida: alimentación, compañía, afectos, quizá· hasta de casa. Todo se trastorna.
  1. Sentimiento de coraje. porqué te lo llevaste Se siente como traicionado o desprotegido. Se reviven pasados de soledad o abandono.
  1. Sentimiento de culpa. Hay un repaso de todo lo que se pudo haber hecho y no se hizo. ¡Si hubiera hecho esto o aquello! Quizá hubo ciertamente algo olvidado, con o sin propósito, por ejemplo: pedir perdón por alguna ofensa. Esto deberá remediarse con un proceso terapéutico en caso de ser cierto.
  1. Vivencia de la soledad y aceptación de la pérdida. Todos sabemos que frente a la muerte de un ser querido estamos solos. Y hay que vivirlo y sobre todo aceptarlo como voluntad de Dios. ¡Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Bendita sea su voluntad! es una actitud sabia. Algunos tanatólogos llegan a afirmar ¡Considera lo positivo de la pérdida!. Quizá· podrás aprender a crecer en algún área olvidada, quizá· la espiritual.
  1. Alivio. Esta etapa suele ser larga. Muchas personas tardan un año en superar la muerte de un padre o una madre. No se trata de un olvidar, sino una sensación de paz que solo espiritualmente puede conseguirse, es como un don de Dios. Se puede curar una herida, pero sanar implica aliviarse mental, psicológica y espiritualmente
  1. El restablecimiento aparece finalmente, que es el descubrir que yo estoy vivo y que me esperan nuevos retos, están quizá· los deberes para con los hijos. Muchas personas descubren una nueva misión en su vida y viven así una proceso de muerte y resurrección.

Hay nuevos valores, nuevos planes, nuevas misiones que realizar.

En el filme LAS NOCHES DE CABIRIA Fellini nos propone esto. Cabiria ha sido engañada por un falso novio de que la sacaría de la prostitución, pero engañándola intenta matarla. Ella ve destruido su sueño falso de liberación y llora y se lamenta. Pero luego nos muestra una sonrisa: ¡Al menos estoy viva! Y empieza a caminar con alegría, de frente a la vida.

Reconocer estas etapas en nosotros mismos es lo primero que debemos hacer, y seguir las etapas del proceso, en nuestra propia vida. Pero quienes tienen por tarea ayudar a las personas que han pasado por estas crisis, necesitan aprender a acompañarlas en todo el proceso: escuchándolas, mostrándoles los caminos de salida.

El mejor ejemplo lo tenemos en Jesús con los discípulos de Emaús. Ellos caminan tristes en un retorno al pasado. El camina con ellos un trecho y los instruye. Luego les muestra cómo los ama. Y al final los sorprende con el partir del pan. Ellos de inmediato se transforman. Tienen una nueva misión.

 

 

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