Esta apasionada declaración publicada por revista Famiglia Cristiana, es de la italiana Marcella Reni. Una conspicua notario de Palmi (Calabria), quien con esas palabras recuerda el comienzo de su retorno a la fe en diversas experiencias de Dios, que la llevarían finalmente a servir por ocho años como directora nacional de la “Renovación en el Espíritu Santo” y en la actualidad como responsable del Área Carismática.Pero luego de aquella experiencia Marcella resistía los llamados del Espíritu Santo. “De hecho luché con Dios durante cuatro años”, reconoce y luego, dice, “me abrí finalmente a su misericordia. Descubrí lo que significa tener fe verdadera, la cual te permite vivir con paz incluso en los momentos de sufrimiento».
Es tan firme la fe de esta mujer que cuando el año pasado un médico le informó que enfrentaría un largo tratamiento por cáncer de mama, ella se sonrió diciendo: «Soy una ‘deportada’ del Paraíso. Vine del cielo y estoy lista para regresar al cielo cuando el Señor lo tenga dispuesto».
Esta fortaleza espiritual, granítica, sostiene también a Marcella en su vida cotidiana. Por su trabajo como notario más de alguna vez ha enfrentado la mafia. Sin dar muchos detalles señala cierta ocasión en que fue “presionada por el crimen organizado y entonces pude comprender mejor lo que significa creer en Dios, confiarse por completo a Él. Con esta certeza hice la denuncia. Me la pasé un año con guardaespaldas, pero no tenía miedo. El Señor me dio el valor, porque oponerse al mal es más difícil que hacer el bien».
Las llamadas de Dios
Hoy en día Marcella logra descubrir el bien en los pequeños momentos de su vida. Pero no siempre fue así. Reconoce que ella era la típica mujer buscando el éxito personal y profesional: “un marido, un hijo hermoso y un trabajo que diera prestigio”. Y alcanzó esa cima siendo presidenta de los notarios en su distrito, Palmi (Reggio Calabria)…»Era la primera mujer que en la historia de Italia alcanzaba tal posición, también la más joven” y Marcella comenzó a imaginar una carrera política. Fue entonces que el Señor golpeó a su puerta, usando primero a su madre y luego al marido. «Yo había organizado en mi casa una cena importante. Mi madre tardaba y empecé a preocuparme. Cuando por fin llegó entró sosteniendo una Biblia y ante el asombro de los presentes, comenzó a contar sobre un encuentro de oración en el que recién había participado. Sentí una gran vergüenza y al mismo tiempo me preocupé por la salud mental de mi madre. Por lo tanto decidí investigar el asunto…». Esta fue, dice, la primera llamada de Dios.
Para aclarar lo que ocurría, Marcella y su marido fueron entonces a una liturgia de ese grupo del que hablaba la madre y lo que vieron tocó el corazón del esposo, también el de ella. «Él estaba deslumbrado por la luz en los ojos de las personas. Mi marido estaba fascinado. Entendí que Dios existía y que de alguna manera tenía que llegar a un acuerdo… pero no ceder». Resistiendo, mientras su marido comenzó a participar de la Renovación, Marcella se alejó: «Para mí esto era un lugar peligroso», añade, «porque me obligaba a mirarme”. Fue aquél un período difícil para el matrimonio que por momentos parecía estar a punto de quebrarse. Finalmente llegaron a un acuerdo: «Me ofreció un trato: Por seis meses yo tendría que ir a las reuniones y estando allí decidir quedarme o salir. Fue la segunda llamada”, comenta.
Cuidada por el Espíritu Santo