Modo de practicarlo
Conforme a la mente su Santidad el Papa León XIII (1895)
Gracias concedidas por Su Santidad
En mayo de 1895, nuestro Santísimo Padre el Papa León XIII, expresó sus deseos de que los fieles se dediquen a la oración de una manera especial en los nueve días que preceden a la fiesta de Pentecostés, en recuerdo y a imitación de los Apóstoles que con la Santísima Virgen estuvieron orando y esperando la venida del Espíritu Santo. Para estimularlos a esta oración, concedió Su Santidad una indulgencia de siete años y siete cuarentenas de perdón, y además, comulgando y orando según las intenciones que después diremos, en el día solemne de Pentecostés, o en alguno de los días siguientes, hasta el domingo, concede una indulgencia plenaria.
Según las Letras Apostólicas de la fecha citada, cuyo asunto repite anualmente, quiere Su Santidad que se pida por la unidad entre los católicos y porque vuelvan a la misma unidad católica los que de ella se han separado.
Las gracias concedidas para los que hacen Las preces dichas en los nueve días precedentes a la fiesta, se ganan también durante los de la octava, con las mismas condiciones. Las indulgencias son aplicables a las almas del Purgatorio.
No habiendo preces determinadas para la oración de que se trata, hemos arreglado este devocionario para diez días; pues aunque Su Santidad sólo habla de Novenario, o sean los nueve días anteriores a la venida del Espíritu Santo, se agrega un día más para celebrar el Santo día de Pentecostés, con el que se completa el Decenario.
Cuando se quiere hacer Octavario, de domingo a domingo, se comenzará por el día 3° correspondiente al domingo de Pentecostés.
Si se hace el ejercicio en público será conveniente comenzar por la Estación del Santísimo, el rezo del Santo Rosario, y en seguida los actos siguientes. Mas si se hace sin el rezo del Rosario, se comenzará por el acto de contrición, continuándose con lo prescrito para cada día.
Por último, aunque este devocionario está arreglado para Pentecostés, puede hacerse en cualquier tiempo que por un motivo especial, se necesiten las luces y gracias del Espíritu Santo.
DÍA PRIMERO
H I M N O
Ven ¡oh Santo Espíritu!
De amor sagrado fuego:
Envía acá a la tierra
Un rayo de ese incendio.
Ven, padre de pobres,
Ven, dador inmenso,
Alumbra nuestras mentes,
Enciende los afectos.
Ven, ¡oh dulce huésped!
Consolador excelso,
Del alma noble vida
Y dulce refrigerio.
Ven, bien infinito,
Al llanto da consuelo,
A la fatiga alivio
Y a todo mal remedio.
¡Oh clara luz, hermosa,
Que alegras esos cielos!
Baja a nuestras almas,
Llena todos sus senos.
Sin tu divino númen,
Sin tu fecundo riego,
Nada se ven en el hombre
Que no sea defecto.
Lava lo que es mancha,
Riega lo que está seco,
Destierra lo que es sombra,
Sana lo que está enfermo.
Abrasa lo que es tibio,
Quebranta lo que es terco,
Dirige lo torcido,
Mejora lo imperfecto.
Concede ya a tus fieles
Que viven de tu aliento
Con cúmulos de gracias
Tus siete dones bellos.
Aumenta sus virtudes,
Da a sus dones precio,
Haz feliz su muerte,
Dales el gozo eterno.
V/. Envía Señor tu Espíritu y serán creadas todas las cosas,
R/. Y se renovará la faz de la tierra.
ORACIÓN
¡Oh Dios, que enseñaste los corazones de los fieles con la ilustración del Santo Espíritu! Concédenos saber en el mismo Espíritu rectamente, y alegrarnos siempre con su consolación, por Nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
MEDITACIÓN
Retiro de los Apóstoles para esperar al Espíritu Santo.
PUNTO PRIMERO.- Un día después de la Ascensión del Señor, se recogieron en el Cenáculo los Apóstoles, apartándose del bullicio y comunicación de los hombres para entregarse a la oración más fervorosa, durante diez días. Su objeto era pedir con instancia la venida del Espíritu Santo; pues aunque su divino Maestro les había prometido enviarlo, sabían que las divinas promesas se cumplen por medio de la oración.
PUNTO SEGUNDO.- Estaban unidos, hacían su oración unánimemente, recordando que el Señor había dicho: “Si dos de vosotros se unieren para pedir algo, les será concedido por mi Padre, porque donde están dos o más juntos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
No solamente estaban unidos unos con otros, sino cada uno consigo mismo, de donde resulta que la oración sea recogida, teniendo unidas las potencias para orar.
La oración, pues, de los fieles en común, es muy agradable a Dios, pero ha de ser no disipada, sino devota y recogida.
PUNTO TERCERO.- Estaban los Apóstoles en la oración en compañía de la Santísima Virgen, a la cual sin duda tomaban por intercesora, sabiendo que podía ella sola con Dios, mucho más que todos ellos. La oración de la Virgen Santísima fue tan eficaz que así como ella alcanzó con su oración que se apresurase la Encarnación de su Hijo, así también alcanzó que se apresurase la venida del Espíritu Santo.
Pidamos pues, que descienda sobre nosotros el Divino Espíritu; pero para que nuestra oración sea eficaz, debe ser perseverante y recogida, pidiendo a la Santísima Virgen valorice nuestras súplicas uniendo las suyas, como lo hizo con los Apóstoles en el Cenáculo.
ORACIÓN DEL DÍA PRIMERO
¡Oh Espíritu Divino! Bien sabemos que en medio de la disipación del mundo no podremos gozar de tus misteriosas comunicaciones, ni dedicarnos a la oración devota y recogida. Concédenos, pues, te suplicamos, el espíritu de recogimiento aun en medio de nuestras indispensables ocupaciones, para no dejarnos seducir de nuestros enemigos; concédenos también el espíritu de unión y caridad con nuestros semejantes, a fin de que no encuentres obstáculo alguno para poseer nuestros corazones. Amén.