Hna. Sonia Angélica Barrera Barraza I.F.C.J

Abrir nuestro corazón al Corazón de Jesús, es amar a todos en el corazón de Cristo, y el fruto de nuestra unión con Él.

El amor al Corazón de Jesús constituya el alma y la vida de la espiritualidad en la Iglesia.

La espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús a lo largo de los siglos se nos muestra en los primeros cristianos cuando contemplan el Corazón traspasado, y en la edad media el Corazón de Jesús adquiere su función vital de simbolizar la unión transfigurarte del corazón del hombre en el corazón de Jesús. Jesús nos muestra su Corazón especialmente en su muerte, dándonos así la prueba del “mayor Amor” la “del que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13) y perpetuando esa prueba en su corazón siempre abierto “Mirarán al que traspasaron” (Jn. 19.37). Los Padres de la Iglesia hicieron de la herida del costado de Cristo, el lugar preferido para su contemplación del misterio redentor. La imagen de la cristiandad primitiva se forma del Corazón de Jesús que es la imagen de la fuente donde mana el Espíritu de la herida del costado, y de la Iglesia que sale del Corazón del Señor.

Por tanto es un Dios que se revela ante todo, y sobre todo, Padre infinitamente bueno, que se revela porque que es amor. De modo pues que la Iglesia ha vivido siempre del amor, ya que Cristo es el máximo sacramento del el, las formas de vivirlo han sido diversas y existe toda, una gama de formas en que se va manifestando y desarrollando permanentemente; en los últimos siglos ha adquirido universalismo y pujanza singular, en el culto al Sagrado Corazón de Jesús. Con San Juan Eudes y Sta. Margarita María de Alacoque se abre el gran periodo del florecimiento del culto a este Corazón divino.

La importancia de estas revelaciones está en que sirvieron para que de una forma extraordinaria, Cristo nos llamara la atención de que nos fijásemos en los misterios de su amor por tanto esta devoción es una práctica que nos debe hacer vivir de las actitudes fundamentales del cristianismo: el amor: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres…” y la reparación, debe ir unida a Cristo que es el gran reparador por eso constituye esta el espíritu propio de esta devoción; ya que por ella procuramos amarle y honrarle por los que no le aman ni le honran.

Abrir pues nuestro corazón al Corazón de Jesús, es amar a todos en el corazón de Cristo, y el fruto de nuestra unión con Él es la transformación de nuestro Corazón a semejanza del suyo, guiándonos por la dinámica de creer en su amor, actuar como Él actuó y tener los sentimientos que Él tuvo; por lo tanto, si en verdad amaramos al Corazón de Jesús nos consagraríamos totalmente a Él, haciendo de nuestra vida una ofrenda de reparación en el amor; pero como lo indica mi Fundador, este amor debe constituir no solo alegría y dulzura, sino también fuerza, abnegación, entrega y sacrificio que penetre nuestro ser para colocarlo bajo el signo de nuestra vida como católicos cristianos.

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