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El Dios en quien creían los discípulos es el Dios muerto. Mejor dicho, el Cristo muerto, porque ni ellos creían que aquel que murió ayer en el madero fuera el Hijo de Dios, el Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
No sabemos de qué hablarían aquellos dos discípulos, pero seguro que por sus mentes pasarían muchas imágenes de esos últimos tres años de vida que estuvieron junto a Jesús compartiendo momentos, y de las cosas que aprendieron de este hombre que todo lo hizo bien.
En su mente estaba todavía presente lo que ocurrió el día anterior por la tarde.
… Se acordaban de cómo aquel hombre que ayer colgaba muerto en la cruz, tocó un día sus corazones y sintieron algo que nunca habían experimentado…
… Fue entonces cuando decidieron seguirle por donde fuera…
… Pero ahora todo era un sueño. Él ya no estaba. Aquel que un día tocó sus corazones se había marchado…
-Cleofás: Lo que más echo de menos es su mirada. No podremos disfrutar de esa persona que miraba a todos con una mirada diferente. Recuerdo cuando conocimos a Mateo: Jesús le miró, y su mirada fue tan irresistible que lo dejó todo y siguió a Jesús.
-Otro: ¿Y tú te acuerdas de sus palabras? ¿De cómo hablaba a la multitud? Sus palabras eran como fuego. Hablaba con gran autoridad. Él sabía que lo que decía era verdad. Él hablaba a sus corazones y de hecho muchos decían que nadie habló nunca como ese hombre, porque sus palabras eran vida para sus almas…
…Pero ahora ya nadie le escuchaba.
-Cleofás: ¿Recuerdas cómo trataba a los extranjeros? Nosotros les mirábamos con otros ojos: aquellos que no pensaban como nosotros eran nuestros enemigos…Pero él era distinto. Había tanto amor en sus ojos…Él tenía ese don especial para ver lo bueno de cada hombre, aunque a los ojos de fuera pareciesen diferentes…Nosotros no lo comprendíamos. A veces decíamos que parecía un poco loco, pero él nos contestaba que la única ley es el amor…Lo echo de menos; nunca vi tanto amor en una persona. Sí, lo echo de menos.
Como ves esto ocurrió hace años.
Ellos perdieron la esperanza en el mismo momento en que Jesús murió. Al final después de un largo camino se dieron cuenta de que la esperanza no podía desaparecer de sus vidas. Tampoco nosotros podemos perderla, ya que, como a ellos, Jesús nos acompaña en nuestro «camino» de cada día.
Ahora nosotros vamos por la vida con Jesús recorriendo el camino de Emaús pero con la semilla de la esperanza en nuestras vidas compartiéndola a los demás seguros de que El esta aquí a nuestro lado y en nuestro diario vivir.