Una de las cualidades que más admiro del ser humano es la capacidad de expresar y comunicar los pensamientos y afectos a través de las palabras, porque a través de ellas puedes mostrar un poco de las profundidades del alma. Así de esa manera, se puede entretejer las relaciones de los individuos.
Pero para hacer buen uso de esta capacidad, ordenándola a nuestro fin, el hombre debe vencer dos tendencias que le aquejan y que son consecuencia del pecado original:
- La dificultad del discernir lo verdadero de lo falso
- La inclinación a ocultar o deformar la verdad
Por eso, con frecuencia, nos podemos ver en la necesidad de expresar mentiras y a veces las decimos con tanta facilidad, por no tener claridad de lo que es en realidad la mentira y los alcances de ella en las expresiones o pensamientos que formulamos.
La mentira es palabra o signo con lo que se da a entender algo distinto de lo que piensa con la intención de engañar. Así el principio moral contra este vicio dirá así: jamás nos es lícito mentir. Pero esto no quiere decir que el hombre este obligado a decir la verdad: a veces porque en la vida se dan situaciones especiales en las que no es prudente ni justo expresarlas. En esos casos es lícito ocultar la verdad, siempre que no se mienta. Ejemplo: caso de vida o muerte.
La mentira puede ser:
- a) Mentira jocosa: es decir, se realiza simplemente por divertir, sin ofender a nadie (bromas).
- b) Mentira oficiosa: es la que tiende a favorecer a una persona, una comunidad o ideología; por ejemplo: los numero inflados en encuestas, determinados a influir en la opinión pública.
- c) Mentira dañosa: es la mentira calumniosa que va a dañar directamente la imagen de alguien. En cuanto a la gravedad de ellas, la jocosa y la oficiosa no pueden pasar de pecado venial; la dañosa puede constituir pecado mortal, por lesionar la caridad.
Pecados afines a la mentira
La simulación: es la mentira que se verifica no con palabras sino con hechos. Por ejemplo, miente el obrero que simula trabajar ante el jefe. Hipocresía es aparentar externamente lo que no se es en realidad, para ganar estima. Adulación: consiste en exagerar los elogios al prójimo, para obtener algún provecho. Locuacidad: es hablar con ligereza, con peligro de apreciaciones inexactas o injustas.