«Jesús, Señor, Dios de bondad, Padre de misericordia, me presento delante de ti con el corazón contrito, humillado y confuso, encomendándote mi última hora y la suerte que después de ella me espera.
-Cuando mis pies, perdiendo el movimiento, me adviertan que mi carrera en este mundo, está ya próxima a su fin.
R/. Jesús misericordioso, ten compasión de mí.
-Cuando mis manos, trémulas y torpes, no puedan ya estrechar el crucifijo, y a pesar mío lo dejen caer en lecho de mi dolor.
-Cuando mis ojos, apagados y adormecidos por el dolor de la muerte cercana, fijen en Ti sus miradas lánguidas y moribundas.
-Cuando mi rostro pálido, cause ya lástima a los circunstantes, y los cabellos de mi cabeza, bañados por el sudor de la muerte, anuncien que está próximo mi fin.
-Cuando mis labios fríos y balbucientes, pronuncien por última vez tu santísimo nombre.
-Cuando mis oídos, próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones de la gente, se abran para oír de Ti la irrevocable sentencia que fijará mi suerte para toda la eternidad.
-Cuando mi imaginación, se vea sumergida en mortales congojas, y mi espíritu angustiado por el temor a tu justicia, a la vista de mis iniquidades luche contra el enemigo infernal que quisiera quitarme la esperanza de tu misericordia y precipitarme en el abismo de la desesperación.
-Cuando mi corazón débil, oprimido por el dolor de la enfermedad, esté agobiado por el dolor y por la muerte, fatigado y rendido por los esfuerzos que ha hecho contra los enemigos de mi salvación.
-Finalmente: cuando mi alma comparezca ante Ti y vea por primera vez el resplandor inmortal de tu soberana majestad, no la alejes de tu presencia, sino dígnate recibirla en la generosidad amorosa de tu misericordia, a fin de que cante eternamente tus alabanzas.
Jesús, eternamente yo te ame.
Jesús, a todas horas yo te nombre.
Jesús, en mis conflictos a Ti clame. Amén.»