«Gracias, Señor, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, por este año que termina.
El recuerdo de lo que hicimos y de lo que pasó nos invita a poner nuestra mirada en Ti que eres el que diriges la vida y la historia de los hombres, a pesar de que misteriosamente respetas su libertad.
Nada sucedió en este año (…), ni una hoja cayó, sin que Tú lo hayas querido o permitido.
No queremos darte gracias, como otros lo hacen, por las enfermedades o achaques que hemos tenido ni por los insultos, ofensas, ingratitudes o humillaciones recibidas ni por la muerte de seres queridos o conocidos ni por los momentos de soledad, porque “Tú no eres un Dios que ame la maldad (Sal. 5, 5) o la muerte (Sab. 1, 13; 2, 23s. ; Ez. 18, 32; Rom. 5, 12)”, sino que “quieres que tengamos vida y la tengamos en abundancia” (Jn. 10, 10): todas esas cosas negativas no fueron tu voluntad, sino, al contrario, sucedieron contra tu voluntad.
Pero sí queremos darte gracias porque Tú, respetando las leyes de este mundo y la libertad de los hombres, lo permitiste porque puedes escribir derecho en renglones torcidos, porque haces, como dice San Pablo que “todo sirva para bien de los que aman a Dios” (Rom. 8, 28) y porque todo eso, unido a los sufrimientos de Cristo, se puede convertir en salvación para el mundo.
Gracias, Padre Dios, porque al recordar los pecados que en este año (…) cometimos, nos invitas a confiar más en tu misericordia que en nuestros merecimientos, ya que el cielo siempre será un regalo tuyo.
Gracias porque al recordar los pecados y errores de este año que termina, nos pides que seamos humildes y misericordiosos con los demás reconociendo que nosotros también somos débiles y que estamos amasados con el mismo barro.
Gracias por tantas oportunidades de crecer y progresar que en este año (…) nos ofreciste y porque nos animaste a hacer el bien con la esperanza de un pedacito de cielo.
Gracias por cada miembro de la comunidad por nuestra familia, por nuestros amigos, por las palabras que nos alentaron, por los oídos que nos escucharon, por las manos que nos estimularon, por los ojos que nos miraron con ternura y comprensión y por las sonrisas que nos infundieron vida.
Gracias por todos los que lucharon por un mundo mejor y por la justicia y la verdad; gracias por los que trabajaron por tu reino y gracias por los que supieron anunciar noticias de vida y no sólo de muerte, destrucción y vicio.
Gracias por tu Providencia, por el techo que nos cobijó, por el pan de cada día, por el fresca agua y por el trabajo; por los momentos de éxito, de diversión y convivencia.
Gracias también por lo que en todo este año (…) Nos costó esfuerzo, lucha y sacrificio, por todo lo que templó nuestro ser y nos ayudó a sacar lo mejor de nosotros mismos.
Sobre todo, gracias Señor Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por Ti mismo, por tu presencia entre nosotros; gracias por el amor con que nos amaste día a día»