El amor de una madre es sin duda el sentimiento humano más profundo que una persona puede experimentar. Y es que el haber llevado una nueva vida en el vientre por nueve meses, haber sido fuente de nutrición, de amor y de vida para ese nuevo ser, es algo tan sublime y tan intenso que crea un lazo indeleble entre la madre y su retoño.
Es un algo inexplicable que no sólo une para siempre sus vidas, sino que genera un sentido de confort y confianza en el hijo o hija para quien, aún en su adultez, el estar cerca de su madre le genera gran paz y seguridad.
Es comprensible que también que ese lazo de amor crezca y se solidifique con el pasar del tiempo. Las noches que pasa la madre velándole el sueño, atendiéndole sus más mínimas necesidades, dándole el consejo más certero, consolándole en sus momentos de miedo y dolor y expresando su profundo amor con mimos y palabras dulces, ciertamente afianzan y profundizan el amor y el respeto que les une de una forma muy especial.
Es por todas estas realidades que la mejor forma de demostrar amor y respeto a una persona es amando y respetando a su madre. Por ello el esposo y padre que desea tener una relación íntima, sana y feliz con sus hijos debe siempre amar, respetar y honrar la persona y la imagen de la madre. El no hacerlo, ofende y agrede uno de los aspectos más delicado del ser humano: la dignidad de su origen. Sabemos que todas las madres no son perfectas, pero también sabemos que el no honrarlas o el tratar de manchar su imagen ante el hijo, aunque lo que se diga pueda ser cierto, es totalmente contraproducente para la vida del hijo o hija. Esta realidad no sólo aplica a los padres, sino también a familiares y amigos.
Recordemos también que muchas veces es a través de la madre que se alcanza motivar y generar lo mejor de la persona humana. Este fue el caso aún en la vida de Nuestro Señor Jesucristo, quien por amor y respeto a su Santísima Madre, realizó su primer milagro público en las Bodas de Caná de Galilea. Es evidente entonces cuán grande es la influencia de la madre en la vida de los hijos y cuán importante es amarlas y respetarlas.
Y honrarlas no debe hacerse sólo para proteger la dignidad de los hijos, sino por el propio mérito de la madre. Ella que pasó incomodidades durante el embarazo, que sufrió dolores inexplicables durante el parto, que sacrificó la belleza y firmeza de su cuerpo por la maternidad y que luego de dar al luz pasa su vida entera buscando el bien de sus hijos aunque ya sean mayores, ella que fue co-creadora con Dios para dar paso a una nueva vida, merece todo el amor, honra y respeto que podemos ofrecer.
Celebramos a todas las madres del mundo por su amor y su entrega y compartimos un pensamiento que muy posiblemente brota del corazón de cada hijo: el que ame a mi madre, me ama a mí.
Fuente: POR TU MATRIMONIO