Hablar de Agnes Gonxha Bojachiu conocida como la madre Teresa de Calcuta es encontrar una personalidad rica en misericordia y al mismo tiempo símbolo de pobreza; una persona considerada luz para ricos y pobres que vivían en la oscuridad de la fe; una mujer que a ejemplo de Cristo es amada y rechazada por muchos como signo de contradicción.
Nacida en Albania, una mujer de pequeña estatura, de corazón enorme y fe inquebrantable mostró en su paso por la vida que no es difícil entregarse a lo que parece imposible cuando se ama, dejó una estera luminosa de alegría, servicio, bondad y amor entre sus hermanas, sus hijas y sus predilectos: los pobres más pobres, a quienes se dedicó enteramente, además deja un ejército que replicará no sus obras, ni sus deseos, sino sólo los de Cristo.
Las palabras de Jesús dichas a su corazón:” ¡Ven, sé mi luz!” también son repetidas al nuestro para iluminar nuestro hogar, nuestro entorno, nuestro mundo. Son acciones pequeña que todos podemos hacer con grande amor convirtiéndolas en extraordinarias, no necesitamos llamar la atención sobre nosotros sino tener ese gesto de bondad y amor con el deseo de que Dios sea glorificado por nuestro medio, somos instrumentos para ganar a nuestros hermanos para Cristo.
Puedes preguntar a tu cónyuge “¿qué puedo hacer hoy para que seas más feliz?”, a tu amigo ¿Puedo ayudarte en tu tarea?, a tu compañero de trabajo ¿Qué tal tu día? o simplemente como lo decía esta santa: “si no sé su idioma, si puedo sonreír a todos” y sin siquiera imaginarlo recibió de regreso ese mismo gesto que se vivió en su funeral cuando en un acto multitudinario muchos deseaban verla por última vez para despedirse de ella, y ahora en su canonización no ha sido la excepción, miles de asistentes, periodistas y medios de comunicación.
¡Ven! ¡Seamos luz! Cristo nos llama, reinventemos el futuro con «confianza, entrega y alegría» Madre Teresa.