Dirigir la mirada a Dios en un momento de desgano o desaliento es reconfortante para el alma como cuando tenemos sed y tomamos un vaso de agua, nuestro cuerpo lo recibe y se tiene una sensación de saciedad que te hace descansar; lo mismo pasa cuando dirigimos nuestro pensamiento a Aquel que nos creó y nos conoce mejor que todos, nos regala la sensación de paz y hace brillar nuestra esperanza.

Señor y Dios mío,
mi única esperanza,
óyeme para que no sucumba al desaliento
y deje de buscarte.

Dame la gracia de que yo
ansíe siempre ver tu rostro
dame fuerzas para la búsqueda,
tú que hiciste que te encontrara
y que me has dado esperanzas
de un conocimiento más perfecto.

Ante tí está mi firmeza y mi debilidad
sana esta, conserva aquella,
ante tí está mi ciencia y mi ignorancia
si me abres, recibe al que entra,
si me cierras el postigo, recibe al que llama,
Haz que me acuerde de tí,
que te comprenda y te ame.

acrecienta en mí estos dones,
hasta mi cambio completo,
cuando arribemos a tu presencia,
cesarán estas muchas cosas
que ahora hablamos sin comprenderlas,
y tú permanecerás todo en todos,
y entonces, viviremos siempre,
alabándote unánimemente,
Y hechos en tí
también nosotros una sola cosa….

Amén

Publicado originalmente en La oración

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