Pbro. Rafael Luna Cortés
Mt 10, 26-33
Hasta por tres ocasiones el evangelio que acabamos de escuchar nos invita a “no tener miedo”. Desde luego que para la Comunidad de Mateo estas palabras sonaban bastante incomprensibles, si consideramos que el evangelio tuvo su redacción definitiva hacia el año 80, nos encontramos por lo tanto con una comunidad cristiana que ha comenzado a sufrir las persecuciones del imperio romano y en la que ya han sufrido el martirio los Apóstoles Pedro y Pablo.
El desconcierto y el temor podrían haberse apoderado de la comunidad. Este ambiente se ve también muy reflejado en dos afirmaciones del Evangelio: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo” seguramente referidos a los mártires; y “Aquel que me niegue delante de los hombres…” san Cipriano en alguna de sus cartas cuenta que el magistrado aun no le pedía a algún cristiano que renegara de Cristo ofreciendo incienso a los ídolos cuando algunos de ellos por temor a la muerte voluntariamente lo hacían.
Físicamente el miedo es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento, por lo regular desagradable, como resultado de la percepción de un peligro. Es una emoción primaria que constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgidos para permitirnos responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En este sentido, es normal y beneficioso para la persona. Y es desde este punto de vista positivo desde el que me gustaría reflexionar la invitación que hoy nos hace el Evangelio, pues nos dice con dos imágenes, hasta exageradas por cierto, que debemos tener una gran confianza en Dios en cuyas manos providentes está nuestra vida.
Entre los padres de la vida espiritual del oriente se transmitía a los discípulos esta enseñanza cuando acudían a pedir consejo acerca de sus miedos: Piensa –les decían- que si un perro ladra y por eso le tienes miedo, podría ser que quisiera señalarte un peligro. Y no lo has comprendido correctamente cuando creías que te ladraba a ti. Así que se trata de comprender correctamente nuestro miedo y de saber qué es lo que nos quiere decir, pues puede ser que quiera señalarme un límite o un comportamiento enfermizo de mi conducta.
Una persona podría pensar, -tengo miedo a morirme, porque ¿qué va a pasar con las personas que dependen de mi económicamente? El análisis, aunque frío, de esta afirmación tendría que llevar a preguntarle a esa persona ¿a qué tienes miedo? A la muerte como realidad natural por la que todos vamos a pasar, a la muerte como participación del cristiano en la muerte redentora de Jesús o al hecho de que crees que esas personas que hoy dependen de ti, no puedan salir por sí mismas adelante. En este caso el miedo quiere señalar un límite, podremos ayudar a alguien sólo hasta por un momento determinado, pero más adelante tendrá que seguir con sus propios recursos, pues no siempre será posible dar esa ayuda; por otra parte puede arcar un comportamiento enfermizo de crear relaciones dependientes de tal manera que la persona puede entrar en crisis cuando ya no se den éstas.
El miedo forma parte de nuestra vida, pro para alcanzar la paz y la confianza a la que el evangelio nos invita es necesario transformar su fuerza en energía vital que nos ayude a realizar mejor nuestra vida:
- Si tengo miedo a cometer un error en la predicación, entonces me preparo con tiempo e incluso la escribo, para tener un apoyo. En lugar de que el miedo me paralice y diga no puedo
- Si alguien tiene miedo a la muerte pues entonces que viva con intensidad cada instante, siendo consciente de la fragilidad del ser humano y aprovechando cada oportunidad que tenemos en la vida.
Resumo cuanto he dicho de esta manera:
Acepta tus propios miedos y transfórmalos en energía vital.
Tu miedo quiere decirte algo por lo tanto escúchalo.
No huyas de él y pregúntale:
¿para qué cosa me quieres preparar?
¿qué limites deseas darme a conocer?
No tienes que luchar en contra de él.
No tienes que prohibir que exista en tu vida.
Te indica que eres un ser limitado,
Pero al mismo tiempo desea que lo trasciendas.
En fin dice Jesús:
En las manos providentes del Padre está tu vida.