En nuestra familia acostumbramos a rezar el rosario. Algunas veces lo hacemos en casa, otras en el coche cuando vamos a algún sitio. Mi hijo mayor ha cumplido los quince años y me doy cuenta que, cuando lo rezamos, él no lo reza.
Hasta hace poco lo había hecho con normalidad. Un día se lo dije, me contesto que le aburría y que para que había que rezar el rosario todos los días. Me preocupa, porque después de lo que hemos intentado decirle durante tanto tiempo, me daría un gran disgusto que no le hubiera servido para nada. ¿Que cree que puedo hacer o decir?
Su hijo está entrando o ha entrado ya en la adolescencia, que es un periodo de la vida donde el ser humano se pregunta por todo lo que se le ha enseñado hasta la fecha, para cuestionarlo. Es como si pusiera ante si todo lo que ha vivido, aprendido y creído. Para preguntarse por qué lo ha hecho. Esto es bueno, porque mientras lo hace, la adolescencia va pasando. Esa postura de dejar de rezar es como si le dijera a ustedes, a su marido y usted: Ya sé que para vosotros esto es muy importante, ahora quiero saber si lo es para mí. Lo será. Ya lo verá. Lo que no hay que hacer es dejar de rezar, porque al niño le aburra, aunque él no rece. Por supuesto, no le obligue, que haga lo que quiera. Ustedes sigan haciendo lo que hasta ahora.
Yo sé que hay muchos padres que están trabajando bien en la educación de sus hijos, estas situaciones les pueden desconcertar, no hay que preocuparse, forman parte de la normalidad. Libertad y mirar con el rabillo del ojo por donde van las cosas y no darle importancia. De forma que el niño no se crea “la estrella invitada”, por no hacer una serie de cosas que hasta ahora venia haciendo, y que él sabe que a ustedes les gustaría que hiciese. Eso si seria peligroso, que se le prestara más atención que antes por no hacer lo que hacía. Se puede sentir protagonista por cosas negativas. Luego, le sería más difícil dejar esa postura.
Fuente: Blog de José María Contreras