El adviento es el espacio que nos da la oportunidad de preparar nuestro corazón para vivir plenamente la Navidad, despertando el deseo que que Jesús nazca a través de nosotros mismos para los demás, dejando de lado aquello que nos separa de Dios y nos impide reflejarlo en nuestras acciones cotidianas.

 En el silencio previo al tiempo de navidad hemos de entrar en contacto con nuestro deseo.  Ese anhelo de despertar los textos de la liturgia,  pero también los símbolos de Adviento, como la corona y las velas.

Hoy son muchas las personas que sufren adicciones, no solo materiales, como la adicción al alcohol o a las drogas, sino otras muchas, como la adicción al trabajo, al juego o a las relaciones. El tiempo de Adviento pretende realizar nuestras adicciones en deseos. La verdadera sanación de la adicción no se produce solo a base de disciplina, sino cuando entramos en contacto continuamente con el deseo que queremos reprimir por medio de nuestra adicción.

La Navidad es la fiesta del nuevo comienzo. No estamos determinados por el pasado. Si Dios nace en nosotros, entonces podemos empezar de nuevo. La Navidad también es una fiesta en la que entramos en contacto con el espacio interior del silencio que hay  en nosotros. En ese espacio de silencio quiere Dios nacer y ponernos en contacto con nosotros mismos, con la imagen original que Dios se ha formado de nosotros.

No dejemos pasar esta oportunidad de abrir nuestro corazón y ser partícipes de la experiencia de felicidad y eterno agradecimiento al Verbo de Dios hecho carne (Jn 1,14) vivamos el perdón, la reconciliación y el amor como pequeñas gotas que sanan las heridas del corazón y nos dan la plenitud para la que hemos sido creados.

Extracto del libro: Ser en Plenitud

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