Se avecina tormenta. Imagino que con un título así muchos querrán contar su propia experiencia. Adelante: pasad y opinad, que de eso se trata, pero sin atacar a nadie. Este post es simplemente mi experiencia y mi opinión con la aplicación de Instagram. No pretendo sentar cátedra y tampoco creo que en este tema haya verdades universales, solamente opiniones personales. Me encantará leer vuestras experiencias en este peliagudo asunto.

Todo empezó cuando caí en la cuenta de que llevo tiempo leyendo menos. No me malinterpretéis: leo mucho, pero últimamente menos de lo normal. Así que empecé a analizar mis propios hábitos y enseguida supe cual era la razón. Ay amigos, era Instagram. De repente caí en la cuenta de los minutos que me robaba aquí y allá a lo largo de la jornada. Porque, ¿sabéis? Seguía a 1.300 personas, y eso es mucho decir. Mucho tiempo que dedicarle, porque por mucho scroll que hiciera nunca acababa de ver todo. Nunca. Levantaba la vista y habían pasado quince minutos. “Un minutito más y ya acabo”, me decía a mí misma. Levantaba la vista y habían pasado otros quince.

Y en realidad, bien pensado, no empezó con el tema de la lectura. Quizá con la lectura la cuestión se puso ya encima de la mesa. Pero, meditándolo bien, en realidad el tema lleva mucho más tiempo en la trastienda de mis pensamientos, teniendo en cuenta los quebraderos de cabeza que me ha provocado la cuestión de la privacidad. Qué compartir, cuánto compartir, con qué criterios, con qué límites, pero sobre todo… ¿Por qué?

Y he aquí que, sin haberlo decidido expresamente, llegaron unas minivacaciones de Semana Santa y me encontré sin ganas de compartir nada. Sólo quería vivir. Pensé que sería pasajero y debido al cambio de aires. Pero no, volví a la rutina y menos ganas aún. Os juro que yo misma estaba sorprendida. ¿Por qué no publicar nada si últimamente llevaba un buen ritmo? Así que después de unos cuantos días en off, llegó un día en el que pensé: “¿Y si le doy un repaso y reduzco la gente a la que sigo? Quizás así…”. Y eso hice, lo reduje a 160 personas. ¿Y sabéis que pasó? Nada. Seguía queriendo irme. Seguía queriendo disfrutar de esa sensación de íntima libertad y desapego. Así que ya hace varias semanas que me desinstalé Instagram. El siguiente paso será eliminar mi cuenta. Todo llegará.

Y pensando en todo este proceso (que seguro que no soy la única que ha vivido) y en todo lo que he meditado mientras tanto, se me ocurrió que qué mejor manera de resumir mis motivos que hacerlo con una lista que quizás amplíen algunos lectores y rectifiquen otros. ¡Allá vamos!

  1. Recuperar tiempo para hacer cosas. Para disfrutar con los tuyos. Para saber estar solo. Para leer. Para dormir más. Para aprender nuevas recetas. Para rezar más. Para mil cosas. Esa hora que Instagram te roba al día vale ORO.
  2. Proteger tu vida y la de los tuyos de miradas indiscretas. Nunca sabes quién está mirando ni con qué intenciones. Y puestos a añadir, tampoco sabes si el día de mañana tus hijos querrán que hayas compartido tanto.
  3. Protegerte de la vanidad. No es moco de pavo. A todos nos gusta un like… ¡Pero más aún un follower! Nos encantan y nos halagan los comentarios positivos. Pero ojito, hay que saberlo controlar bien para que no se suba a la cabeza y la virtud se convierta en vicio.
  4. Protegerte de los malos humores. Que también los da Instagram. ¿O es que ciertos comentarios no nos han herido y nos han hecho juzgar?
  5. Aprender a vivir el ahora. ¿Sabéis eso que dicen de estar presente en lo que uno hace? Bueno, pues dejar Instagram ayuda. No es la panacea porque la pesadilla de Whatsapp sigue ahí, pero ayuda, y mucho. Desinstalarlo contribuye a reforzar el compromiso personal de no curiosear compulsivamente los últimos post en el teléfono y disfrutar del paisaje, de tus hijos, o simplemente meditar. /*Actualizo el post porque justamente hoy ha salido un artículo que habla sobre esto mismo, y que en realidad está tan conectado con este punto como con el siguiente.
  6. Volver a entrenar la capacidad de concentración. No es que no se me hubiera pasado antes por la cabeza este problema, pero a raíz de un artículo escrito por Juan Manuel de Prada en XLSemanalque reprodujo posteriormente Religión en Libertad le di el peso que realmente tenía. Efectivamente yo era un ejemplo viviente de lo que él describe: “…su atención está siempre distraída y como zarandeada por súbitas premuras. Tengo amigos, durante décadas lectores empedernidos, que ahora son incapaces de mantener la concentración en la lectura durante más de media hora, acuciados por el timbre del cacharrito que les advierte que han recibido un nuevo mensaje, o que les han contestado al que mandaron. .” Lo dicho, eccomi.
  7. Tener un despertar más relajado. ¿Cuántos de los aquí presentes al apagar la alarma del móvil no han aprovechado para mirar Instagram cinco minutitos? ¿Qué pasaría si nuestras mañanas fueran diferentes? Si apagaras el teléfono, hicieras un poco de gimnasia, algo de oración, un desayuno con tus hijos y recogieras la cocina… ¿No te sentirías mejor al cerrar la puerta de casa cada mañana?
  8. Evitar el victimismo y la tristeza que provoca la constante comparación. Una de las peores cosas que lleva Instagram consigo es la inevitable comparación de nuestras vidas con las de los demás. Esta red social está llena de vidas perfectas, hijos perfectos, comidas perfectamente equilibradas y casas perfectamente ordenadas. Un poco más de realidad no te vendrá mal. En vez de ver casas perfectas en Instagram vete a ver las casas imperfectas de tus amigas. No te sentirás tan mal por saber cómo has dejado la tuya y además habrás ganado tiempo con tu amiga.
  9. No alienarte buscando satisfacción en algo que no te la dará. Os dejo aquí  este link a una interesantísima reflexión sobre un uso del teléfono móvil consciente y libre. Como dice el artículo, el ser humano está diseñado para conectar con otras personas, para buscar el significado de su vida y para recibir afirmación. Cuando Dios creo al hombre y a la mujer, modeló también nuestra alma con estos deseos. Y cuando tratamos de llenar la necesidad de Dios que tiene nuestra alma corriendo a mirar nuestros teléfonos, las redes sociales y otras aplicaciones, nos queda anhelo de más. En última instancia, estos deseos y anhelos están destinados a llevarnos directamente a Cristo, que es quien satisface estas necesidades completa y eternamente.
  10. En resumen, ser mucho más libre. La libertad completa es algo mucho más amplio y que sólo puede dar una vida de fe y de unión con Cristo, por lo tanto Instagram es una ínfima parte, lo sé. Pero es un comienzo. Y como todo lo que nos lleva a la verdad y la libertad, nos puede ayudar muchísimo a progresar en todos los sentidos.

He aquí mi lista de motivos. Por supuesto que podríamos hacer otro decálogo de motivos para quedarse en Instagram, entre otras cosas porque hay cuentas que hacen muchísimo bien, por ejemplo las que se usan para sensibilizar sobre realidades poco conocidas (¡en ese caso es muy posible que yo lo utilizase también con el mismo objetivo!). Como decía al principio, no creo que sobre este tema haya verdades universales, hay sólo opiniones y experiencias personales. En mi caso, este decálogo es el que funciona para mí en este momento de mi vida. Espero que pueda ser útil a quien se encuentra en una situación de duda como la que yo viví hace meses. ¡Espero ansiosa vuestros comentarios! Yo mientras tanto os dejo, que tengo una pila de libros que me esperan antes de acabar el 2018… 🙂

Publicado originalmente en Mujeres teníamos que ser

Comparte:

About Author

Comments are closed.