Dime, hijo mío: ¿Qué te deparará la vida? Me lo pregunto cuando te miro abandonado a mis brazos, mientras te alimentas de mí sin preocupación.
¿A qué se dedicarán tus manos, esas pequeñas y preciosas que hoy se aferran a mi camiseta para que no me separe de ti? Quizá se afanen en escribir palabras y medio juntar frases como intenta hacer tu madre. Quizá sanen heridas del cuerpo, o del alma. Quizá construyan, creen o diseñen. Quizá enseñen, muestren o acunen. Quizá cuenten, oren o incluso conversen. Quizá sostengan, acaricien y, ojalá, amen.
¿Qué escucharán tus oídos, esos que hoy oyen sin entender mis tiernos susurros de amor? Quizá se emocionen con una hermosa sonata, vibren con un tema de rock o se queden ensimismados por el son del silencio. Quizá, a veces, escuchen falsos profetas, traduzcan lenguajes diversos o se dejen cautivar por palabras de vida… ojalá, de vida eterna.
¿Qué pisarán tus pies, esos que hoy todavía no caminan y cuelgan por mi costado mientras te amamanto? Quizá recorran caminos que nadie antes haya descubierto. Quizá se abran paso por selvas espesas, atraviesen desiertos olvidados o rodeen montañas insondables. Quizá guíen a otros por senderos difíciles, acompañen a quienes se duelen por el río de la vida o se detengan para esperar a quien el miedo le atenace. Sea cual sea el camino, ojalá, no lo recorras en soledad.
¿Por quién latirá tu corazón, ese que se acompasa con el mío mientras respiras pausadamente al ritmo de tu succión? Quizá por una pasión que persigas desde joven, por un sueño o, quién sabe, por una obsesión. Quizá por una mujer que te entregue su vida o por una llamada a una gran misión. Ojalá, en cualquier caso, lo haga por Quien puede saciar las ansias eternas de ese todavía diminuto corazón.
¿Qué labios besará esa boca que hoy alimento con mi cuerpo día tras día e incluso de noche? ¿Quién será aquella que descubra su sabor? O quizá los reserves y consagres a otro tipo de esponsalidad que ni siquiera la muerte pueda separar. Quizá pronuncien palabras de aliento, de bendición o de tristeza. Quizá consuelen, elogien o ensalcen. Quizá construyan, comuniquen o inspiren. Quizá, a veces, hieran, molesten o reprendan. Ojalá, antes o después, aprendan las letras capaces de ligar la tierra con el Sol.
¿Qué te deparará la vida, pequeño mío? No atisbo a imaginarlo. Me abruma incluso pensarlo, mientras te miro frágil arropado por mis manos. A veces me da miedo, te lo confieso; otras, me maravilla.
Pero sí sé lo que deparará tu vida. Sé que cambiará otras muchas; incontables vidas serán distintas desde el mismo momento en el que se crucen con la tuya. Sé que será única, imprescindible, y nunca intercambiable. Sé que será preciosa, incluso grandiosa, dure mucho tiempo o tan solo unos días. Sé que será amada, sin condiciones, ya sea enferma o vigorosa; ya sea virtuosa o llena de pecados, como lo es la mía.
Como el aleteo de una mariposa, así tu vida cambia el mundo. E incluso antes de que nacieras, pequeño, ya empezaste a revolucionar mi vida entera.
Publicado originalmente en Mujeres teníamos que ser