Hablar de violencia, es un tema delicado que está presente día a día. Se lee en el periódico, se ve en los noticieros, se escucha en la radio. Las personas se dan cuenta de episodios de violencia cercanos; en la calle, en la parada del autobús, en la escuela, e incluso en el mismo hogar.

La violencia ocasiona sufrimiento, dolor, traumas en las víctimas; angustia, temeridad, cambio de situación de vida, en los allegados y familiares de quienes han sido objeto de eventos violentos.

Recordando que la educación inicia en la familia, y es en las familias donde en ocasiones se vive la violencia en sus diversos tipos, son los hijos quienes asimilan un ambiente insano, aprendiendo de forma directa los actos violentos.

La violencia es definida por la Organización Mundial de la Salud[1] como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo u otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas posibilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.

La violencia intrafamiliar es el uso de esta fuerza que ocasiona daños en cada miembro de la familia, puede incurrir en abuso físico, que es el uso de la fuerza. Este abuso puede iniciar desde simple bromeo, juego de manos, hasta golpes directos, ocasionando severos daños en la persona agredida.

La violencia verbal o psicológica, trae consigo el control de la persona, mediante ofensas que minimizan, insultan, e influyen en una autoestima baja; alzando la voz, gritando, ofendiendo, corrigiendo delante de presentes, en un tono de superioridad y de mando.

El ataque sexual se manifiesta en exigir a la pareja el sostener relaciones sexuales no deseadas, obligando con el uso de la fuerza o el acoso verbal, incluso como compensación después de haber vivido un acto de violencia. Se incluye en este tipo de violencia el descaro de las infidelidades, como rechazo a la pareja.

Económicamente la familia puede vivir las carencias ocasionadas por el padre o madre que violenta, no poniendo a disposición los recursos económicos, limitando, controlando, privando hasta de lo necesario.

El aislamiento social es común en la violencia intrafamiliar, donde la persona violenta impide que los miembros de la familia y la pareja continúen sus relaciones familiares y sociales de una manera normal, impiden a la esposa visitar a familiares cercanos, no se le permite trabajar y si está laborando ejercen gran control, no sale de casa solo si el esposo le permite, recibe llamadas con frecuencia como aparente expresión de amor, cuidado; detrás de ello está el control; existe manifestación constante y exagerada de celos, al punto de que la víctima pierde amistades, evita el diálogo, y cualquier cosa en contra de la pareja, tiende a justificarla.

Los síntomas de la violencia intrafamiliar se pueden percibir desde el noviazgo, pero que en ocasiones por la etapa de enamoramiento las personas no están conscientes para ver la realidad.

Lo preocupante, que muchas parejas toman decisiones en esta etapa de idealización donde todo parece perfecto, o suelen justificar y crearse una falsa esperanza de que el amor que se tienen el uno por el otro hará los grandes cambios. Se crean entonces falsas expectativas que después repercuten en la familia. Son varios los factores que inciden en la violencia, como; falta de afecto, pobre control de impulsos, incluyendo posible abuso de sustancias, alcohol y drogas.

Si se detecta a tiempo puede evitar tragedias, si somos testigos de estas situaciones buscar la manera de apoyar a las víctimas ya que es difícil en ocasiones darse cuenta de que se está en este tipo de círculos.

Lic. Emma Monjaráz

 

 

 

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