“La Virgen de Nazaret tuvo una misión única en la historia de salvación, concibiendo, educando y acompañando a su hijo hasta su sacrificio definitivo” Aparecida

La devoción a la Inmaculada Concepción es una de las advocaciones más difundidas de la devoción mariana y hace referencia a la manera especial en que fue concebida María.

La Virgen María tiene un lugar muy especial dentro de la Iglesia por ser la Madre de Jesús. También ocupa un lugar privilegiado dentro del Islam y es la única mujer nombrada en el Corán y la identifica como la más grande de todas las mujeres.

San Lucas en su Evangelio nos narra a una mujer de origen judío que vivía en Nazaret, y recibe la visita del ángel Gabriel enviado por Dios, él le dice que tendrá un hijo que se llamará Jesús quien también será el santo de Dios.

El ángel Gabriel nombra a María como «llena de gracia» porque ella estaba totalmente llena de la gracia de Dios. Él la bendijo con toda clase de bendiciones espirituales, más que a ninguna otra persona creada. Ella es «redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo». (LG, n. 53)
Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y de quien Él aprenderá la espiritualidad de los pobres de Yavhé.
A pesar de los escasos datos sobre la vida de María, es uno de los pilares del cristianismo, es símbolo de pureza, como su nombre lo indica -sin mancha- y es uno de los dones que nos puede alcanzar para saber mirar a cada persona como a Dios encarnado en quien puedo amarlo y servirlo.

El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, promulgó un documento llamado «Ineffabilis Deus» en el que estableció que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la gracia santificante. Es uno de los dogmas de fe en que creemos los católicos.

IFCJ

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