Pbro. Rafael Luna Cortés

«Si la vida es tan breve como un sueño, no dejemos pasar los días como si no se nos fueran a terminar. No añoremos el futuro a costa del presente». Mt 11, 28 «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.

  1. ¿Por qué vivimos tan inquietos actualmente? Afirmamos que vivimos en una sociedad aquejada por el estrés, por una vida que tiene un ritmo vertiginoso que no nos permite tener tiempo para detenernos y descansar. Le echamos por eso la culpa a la situación económica, a la cantidad de trabajo que tenemos, a las personas con las que vivimos. Sin embargo podemos notar que ni aun estando solos podemos alcanzar esa anhelada paz.

Los padres antiguos encargados de la vida espiritual llaman a esta inquietud que continuamente nos roba la paz “akedia”. Se trata de una agitación interior que le impide a la persona concentrarse y aceptar el momento presente que está viviendo. Es una incapacidad de estar en el instante.

Esta akedia o agitación interior genera por lo mismo una aversión a lo que se está haciendo en el momento: uno está trabajando y quisiera mejor estar descansando, pero si nos vamos a descansar terminamos por aburrirnos y nos ponemos hacer algo. La akedia impide que disfrutemos de lo que estamos haciendo, ya sea descansando, trabajando, viendo la televisión, etc. Y para a completar el cuadro se le echa la culpa de este descontento a lo que está a nuestro alrededor: a las personas, los lugares, el clima: Dice un persona si…..fuera otro entonces si sería feliz; si viviera en otro lugar ¡ah, que contento viviría!

¿Cuándo podré ser feliz? –se pregunta alguien- y contesta –pues cuando me case, porque ahora estoy muy solito; y ya casado se vuelve a preguntar ¿Cuándo podré ser feliz? Pues nada más que tenga una casa propia, un trabajo estable e hijos ¿Cuándo podré ser feliz? Pues una vez que crezcan mis hijos, estudien y hagan su vida y se vayan. Y así interminablemente nos podemos disculpar de no poder disfrutar el momento que vivimos por las preocupaciones que nos aquejan.

¿Cuáles son las consecuencias de esta akedia en nuestra vida?

*El llenarnos de actividades, corremos de un lugar a otro tratando de llenar nuestro día con actividades porque no podemos estar sin ellas pero al mismo tiempo no podemos disfrutar de ninguna, no acabamos de involucrarnos profundamente en alguna.

*La persona que padece esta agitación interior se experimenta así misma como vacía, incapaz de poder hablar de sí misma y lo oculta hablando mucho los demás y de lo que sucede a su alrededor. La persona termina realizando no una conversación con su interlocutor, cambiando constantemente de tema, mucha palabrería que da la impresión de saber mucho pero al mismo tiempo sin fundamento. Incapaz de poder establecer relaciones duraderas y a pesar de lo que se viva (conflictos, alegrías, compromisos, etc.)

*También se nota en el comenzar muchas cosas y no terminarlas dejándolas a medias: una señora comenzó hacer un suéter para su nieto pero ya van dos navidades y no puede terminar y mejor le hizo una bufanda; Cuántos libros no se han comenzado pero no se terminan, hay ocasiones en que también se pone la primera piedra de una construcción y la pobre acaba por perderse y no se hace nada…

¡Atención a esto que voy a decir! El remedio para esta situación de agitación interior y así poder regresar a la sana tensión de la vida presente, entre el aceptar lo que somos y hemos logrado y el aspirar a querer alcanzar nuestros sueños e ilusiones es el cuidado amoroso, atento y consciente de lo que estamos haciendo ¡aquí y ahora!, sabiendo que a través de esto que estamos haciendo nos expresamos y nos engrandecemos a nosotros mismos, al tiempo que contribuimos a prestar el aporte necesario para la realización de los demás.

  1. Otros dos elementos los voy a tomar directamente del Salmo 90,12 (89) en su versión litúrgica, porque la de la Biblia varía un poco diversa:

En este salmo suplicamos “Enséñanos Señor a ver lo que es la vida y seremos sensatos” y es que el mismo salmista hace una consideración de lo que es la vida, “la vida –afirma- es tan breve como un sueño y tan frágil como la hierba, que despunta y florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca”. Y un elemento más del Eclesiastés 2, 21-23 cuando se pregunta “¿qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos y fatigas bajo el sol? para que otro aproveche todo nuestro esfuerzo.

Tres actitudes respecto de nuestra vida:

  1. a) Si la vida es tan breve como un sueño, no dejemos pasar los días como si no se nos fueran a terminar. No añoremos el futuro a costa del presente. Quiero decir que muchas veces estamos siempre pensando que vemos hacer más adelante, pueden estar en este momento en la charla y al mismo tiempo pensando que van hacer cuando salgan, pero la cosa es que ni aprovechan una cosa y cuando llega el momento de hacer aquello que a horita les preocupa ya están pensando en lo que sigue. Tratemos de ser conscientes lo más que podamos de lo que vamos haciendo y viviendo y disfrutémoslo.
  2. b) Si la vida es tan frágil como la hierba, que en la mañana creció y ni tiempo me dio de admirarla por la tarde porque ya se marchitó, entonces mantengamos una actitud de admiración para lo que nos rodea. Hablamos de una rutina de la vida pero eso es sólo nuestra percepción porque Dios nos ofrece siempre una gran variedad en nuestros días, frutas de temporada, variedad en las flores, en el clima. ¡Hagamos extraordinario lo que ahora nos parece tan cotidiano! Hoy se nos hace tan común caminar que incluso ni pensamos en eso, algún día ya no lo podremos hacer; hoy nos parece tan común ver pero algún día nuestros ojos cansados no lo podrán hacer…Vivamos hoy el presente disfrutando cada momento para que llegado el día en que tengamos que dejar de hacer muchas cosas lo hagamos sin nostalgias sabiendo que cuando se nos dio nuestra oportunidad la supimos aprovechar.

En una ocasión me tocó estar comiendo con una familia, y quien sabe como giró la conversación en torno de las ayudas económicas que daba el Papá de la familia a la Iglesia y a los pobres, y al intervenir en la discusión les decía –miren si realmente el dinero que él da en nada afecta a la economía de la familia, déjenlo si eso lo hace feliz, en lugar de estar en este momento peleándose. Pues a los pocos días me hablan para decirme que el Señor esta muy grave y me decían pídale a Dios que nos lo deje más tiempo, a lo que pensé – ¿y para qué? ¿Para que le sigan amargando la hora de la comida con reproches? Lástima el tiempo se terminó.

  1. c) Si la vida es trabajo y fatiga para que otro aproveche nuestro esfuerzo, sepamos dar a las cosas materiales su justo valor, es cierto que nosotros sabemos lo que nos han costado y por eso las valoramos y cuidamos, pero nada de eso nos llevaremos de este mundo. A una Señora le regalan un perfume y dice -¡este perfume es para ocasiones especiales! Pero como a la pobre la sacan a pasear cada 5 años cuando va por su perfume ya se evaporó; Dice un Papá –Esta camisa que me regalaron mis hijos es muy especial así sólo de vez en cuando me la pongo, pero resulta que cuando se la pone ya dio el botonazo. Y ni nos la pusimos y ni nos sirvió. ¡No! Utilicemos nuestras cosas y démosle un uso adecuado a las cosas y qué bueno que se acaben, eso quiere decir que las supimos aprovechar muy bien.

Señor enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos. Vivamos sin agitaciones.

III. Esta paz la tendremos también al vivir en perfecta armonía unos para con otros, como bien nos exhorta san Pablo en su carta a los Romanos (15, 4-9) para que con un solo corazón y una sola voz alabemos a Dios. Ciertamente para san Pablo el origen de esta unidad es Dios fuente de toda paciencia y consuelo. Sin embargo se impone también la necesidad de la colaboración humana como cause de la acción de Dios. Por lo que quisiera referirme a dos actitudes básicas que pueden ayudarnos a alcanzar esta anhelada unidad en nuestra vida: personal, familiar, eclesial, religiosa.

Es necesario renunciar a las representaciones imaginarias que nos hemos hecho de lo que debería ser la vida y aceptar, aunque no con resignación, pero si con objetividad que las personas y la vida no siempre coinciden con lo que tenemos en la cabeza.

El matrimonio es muy agradable pero hay que aceptar que tiene también sus contrariedades. Me dice una vez una recién casada, -¿Padre que no hay devuelta de mercancía? Porque mi esposo ronca mucho.-MMM ¡No! Salida la mercancía no se aceptan devoluciones.

Pero como muchas veces se espera demasiado, se exige demasiado al grado de ahogar toda relación. La unidad es a veces difícil porque no se está dispuesto a ir por camino de la convivencia cotidiana que sólo es posible a través de la proximidad y de la lejanía, de la lucha y de la reconciliación, del amor y de la agresión, camino por el que se llega más cerca del otro y se le comprende en su propia historia.

Es necesario tomar conciencia que en muchas de nuestras relaciones interpersonales a diversos niveles no siempre se puede distinguir exactamente entre lo que sucede en la propia cabeza y en la de la otra persona. Me cuenta una vez un pobre señor llorando .Mi esposa ya no me quiere porque estoy viejo, a lo que le contesté –y de veras así se lo dijo, bueno no, -pero lo pensó. Pero a menos que tengamos una bola de cristal para adivinar los pensamientos del otro, no pasarán de ser puras proyecciones de nuestros miedos. Pasamos de lo objetivo a lo imaginativo. En esta afirmación habría que considerar si es verdad que la otra persona se lo dijo, o si sólo es la proyección de nuestras propias inseguridades. ¿Cuántas veces no vemos sufrir a personas – y sin necesidad- porque dicen – ¡es que van a pensar de mi esto!; pero la verdad es que el primero que se ha herido es uno mismo, los demás a lo mejor ni han pensado nada. Y uno sufre por adelantado y sin necesidad. Por eso hay que tener claro en la relación con otras personas lo que es verdadero, real u objetivo, es decir, esto en verdad se ha dicho o ha sucedido de aquello que sólo es interpretación personal o lo que es peor imaginación de uno.

Tal vez en esto nos pueda ayudar mucho el camino de san Francisco de Asís que logró en Dios una paz inigualable y una unidad reconciliadora:

Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu paz…

que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;

que no busque ser comprendido, sino comprender;

que no busque ser amado, como amar.

Porque dando es que se recibe;

Perdonando que se es perdonado;

Muriendo que se resucita a la Vida Eterna.

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