En la actualidad preocupa la integración de las diversas culturas y civilizaciones. Se rinde culto a la ecología y protección los animales. Todos somos iguales. Somos muy tolerantes. La ley es igual para todos. En la mayoría de los casos todo esto se queda solo en palabras.
Hagamos que todos seamos iguales y a la vez diferentes. Iguales en el cumplimiento de nuestros deberes, con nuestros derechos, respetándonos siempre. Diferentes. cada uno con nuestra forma de ser, nuestra cultura.
Si de verdad observáramos una puesta de sol, los colores que iluminan el cielo llenándolo de infinitas tonalidades. Si escuchásemos, detenidamente, cantar a los pájaros en una mañana tranquila, el olor de la hierba recién cortada. Si acariciamos la cara de nuestra madre, sentir su piel llena arrugas, o el olor de su comida recién hecha al llegar a casa, apreciaríamos la grandeza de Dios en las pequeñas cosas de cada día. En estas pequeñeces tan grandes, debemos poner nuestros cinco sentidos. No utilicemos la naturaleza demagógicamente en sustitución de Dios. Él la creó, no puede haber nadie que haya podido hacer algo tan especial, solo un Ser Superior.
Actuamos
Procuraré interesarme por lo que le interesa, valga la redundancia, a las personas que me rodean.
Del Santo Evangelio
Mateo 6,24-34
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Una bonita historia para pensar.
Texto original de María Luisa Martínez Robles.
El bambú japonés y el acanto
En el jardín de casa hay muchos acantos. Son plantas grandes, de hojas brillantes y de color verde intenso. Proliferan en Europa porque aguantan bien el frío y el calor. Observo que crecen con rapidez, se multiplican con facilidad y en verano acusan el calor. Se agostan, cuando las riegas vuelven a mostrarse con mayor esplendor, si cabe. Cuando hace frío parecen encogerse pero al menor rayo de sol de nuevo reviven. Son fuertes, crecen deprisa y su colorido y su belleza son admirables.
Mi amiga Misuko ha vivido muchos años en Japón. Añora su país, pero está feliz en España. Me cuenta sus costumbres, tan distintas de las nuestras. Cuando vino a casa, se fijó en el acanto. En su país el bambú prolifera en los jardines, con el tiempo pueden llegar a hacerse plantas de treinta metros de alto. Hay enormes bosques de bambú.
Al contrario que el acanto son plantas que tardan en crecer. Sus raíces se van alimentando durante años, en ocasiones siete largos años. Cualquier cultivador de bambú se impacientaría si no conociese su profesión. Sus raíces se van alimentando, fortaleciendo para luego desarrollarse y salir a la superficie. Sus tallos son tan resistentes que a veces, han hecho puentes y construcciones con ellos. Sirven de alimento por su excelentes propiedades.
Misuko toma un té, a mí me gusta el café expreso. Nos reímos, charlamos y pasamos una tarde muy agradable.
Cuando se va, me quedo pensando. Las personas podríamos aprender de la naturaleza. Dos plantas tan distintas, una crece rápido, aguanta el frío y el calor pero se recupera y es fuerte. La belleza está en sus hojas,
El bambú japonés tarde en crecer, espera a fortalecer sus raíces, apenas crece pero cuando lo hace su altura es espectacular y sus tallos resistentes.
Las personas, como Misuko y yo también somos distintas pero podemos igualmente ser fuertes, si potenciamos nuestras capacidades. Si trabajamos nuestras aptitudes, seremos capaces de conseguir nuestro objetivo. Podemos enriquecernos observando y adaptando lo bueno que vemos en los demás.
La diversidad es una posibilidad de crecer si nos adaptamos a los medios que tenemos y los utilizamos bien.
Quizás deberíamos fijarnos más en la naturaleza, ella es sabia.
Fuente: Catholic net