Imitar a cristo en el amor y atención de los enfermos, los predilectos de Jesús quien siempre mostró su infinita compasión por ellos, son innumerables los pasajes en los que Jesús se movió a compasión al contemplar el dolor y la enfermedad (; sanó a muchos como signo de su curación espiritual que obraba en las almas.

La iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, en los enfermos debemos mirar a Cristo que nos dice: “Lo que a ellos hiciste a mí me lo hiciste”. Es muy importante acompañar a los enfermos, visitarlos con frecuencia, facilitarles el descanso, proporcionarles el cumplimiento de lo que indican los médicos, y sobre todo haciéndoles saber que el dolor, si lo unen a los padecimientos de Cristo se convierten en un bien de incalculable valor, ayuda eficaz a toda la iglesia, purifica sus faltas pasadas porque la cruz es una bendición.

El don de la vida nos viene de Dios, nosotros no somos dueños de nuestra vida, ni de nuestra salud y perjudicarlas por falta de cuidado o negligencia es una ofensa a Dios. Debemos tomar los medicamentos recomendados o atendernos cuando ciertos síntomas nos advierten de algún peligro de enfermedad.

El sacramento de la unción de los enfermos es uno de los cuidados que la Iglesia reserva para sus hijos enfermos y para ayudarlos a alcanzar el cielo. Este sacramento es un gran don de Jesucristo, por lo tanto hay que desearlo y pedirlo. El mayor bien que nos hace este sacramento es librarnos del decaimiento, nos da fortaleza y valor para aceptar todo y esperar en la misericordia divina.

Cuando el Señor nos comparta un pedacito de su cruz a través del dolor y de la enfermedad, debemos considerarnos predilectos. Afirma el Papa Juan Pablo II de feliz memoria, que el dolor no es sólo útil a los demás, abre el camino a la gracia que transforma las almas; el dolor ha separado a muchos de Dios porque no han sabido verlo a la luz de la fe. El dolor –aunque parezca extraño- viene del Padre que sólo quiere el bien de sus hijos.

Contemplemos a María al pie de la cruz, lloroso, sí, pero llena de valor y pidámosle nos ayude a soportar el dolor con amor y la fortaleza que en la vida ordinaria necesitamos para realizar nuestras actividades de cada día y ser constantes.

Espíritu Santo¡Ven! Ayuda mi fragilidad, quita mis miedos; ayúdame a ser prudente y a llevar con gusto la cruz que en este momento me ofreces.

Hna. Emilia de María Sánchez

mujer fuerte

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