En estas últimas semanas, mis redes sociales se han visto inundadas de posts de respeto a la mujer y de propagandas sobre la lucha por nuestros derechos. Pero no solo mis redes, también mis pensamientos… ¿será que yo también soy feminista?

Hay dos hechos que me han marcado estas semanas: El primero, un grupo secreto en Facebook a la que fui añadida junto con 11.000 usuarias ecuatorianas, que se llama: «Mi primer acoso, no callamos más». Esta es una iniciativa que ya se ha dado en otros países como México y Chile y que consiste en dar un testimonio de la primera vez que una mujer fue acosada o abusada. Hay miles de ellos. El segundo fue la «Marcha de las Mujeres» o #womensmarch de este 22 de enero que se celebró en miles de ciudades alrededor del mundo con la participación de multitudes impresionantes, gente de distintas edades, culturas y condiciones sociales, cuyo principal objetivo era defender los derechos de la mujer.

A simple vista todo esto suena muy alentador e inspirador, pero, ¿qué tal si miramos un poco más allá?

1. ¿Cuáles son las raíces del feminismo?

Escuché un fragmento del discurso de la actriz hondureña/americana de 32 años, América Ferrara que formó parte del evento en Washington, la capital del país más poderosa del mundo, ¿coincidencia? En una parte de su discurso, ella dice lo siguiente: «No renunciaremos a nuestros derechos de abortos legales y seguros», «no pediremos a nuestras familias LGBTQ que retrocedan». Adicionalmente, el grupo secreto al que fui agregada está vinculado a una web canadiense llamada «Rise Up» que contiene un archivo de un colectivo feminista que hace activismo desde 1950 con temas como: aborto y derechos reproductivos, igualdad de género, formas de trabajo no tradicional para mujeres, etc.

Esta pequeña indagación me ayudó a atar algunos cabos. Hace poco empecé a leer el libro de la socióloga alemana Gabrielle Kuby, «La revolución global sexual: destrucción de la libertad en el nombre de la libertad». En su primera parte, el libro presenta una minuciosa investigación de los orígenes de los movimientos feministas, que iniciaron con personas como Margaret Sanger y Marie Stopes que lucharon por imponer el control de natalidad en Estados Unidos y Europa.

Con apoyo de poderosos actores como el presidente Roosevelt abogaban por dos cosas: preservar a los “ciudadanos correctos” y eliminar el hambre y la pobreza del mundo. Estos fundamentos eugenésicos fueron tomados por los Nazis para su “limpieza étnica” y por los comunistas en los años de la Revolución, cuando específicamente Kollontai, primera mujer en el consejo de Lenin y encargada de bienestar público, legalizó el aborto, el divorcio, los burdeles y adoctrinó a los niños para que fuera más fácil establecer al comunismo sin resistencia. Afortunadamente, con el fin de la revolución, se comprendió que estos “excesos morales” causaron problemas sociales severos en Rusia y las imposiciones de Kollontai fueron eliminadas o reducidas. Lamentablemente, en Alemania, bajo esos principios y con la guía de Planned Parenthood (inicialmente llamada Birth Control League), se fundó ProFamilia, institución que realizaba el 70% de los abortos del país en los años 50. Y así, una larga lista de nombres de personas e instituciones que dedicaron su vida a cometer abusos, con los ideales de psicólogos y filósofos que coincidían en su profundo rechazo a la Iglesia Católica y el mensaje de amor de Jesús.

2. ¿Feministas y católicas?

Entonces volvamos a intentar responder la pregunta inicial. Por su puesto que no estoy de acuerdo con el abuso de ningún tipo a niños, niñas, adolescentes, jóvenes ni cualquier otro ser humano. Menos aún con la pedofilia, ni con los abusos cometidos dentro de la misma Iglesia. Me espeluzna que los hombres maltraten a las mujeres y odio pensar que la mayoría de la violencia sexual, psicológica y física se dé intrafamiliarmente. Detesto que me griten groserías, aunque suenen a “piropos”, cuando camino por la calle y también me disgusta ir en medios de transporte público que van muy llenos y hay personas que se pegan demasiado.

Sin embargo, tampoco creo en que el control de natalidad es la solución a la pobreza y el hambre (los mismos países europeos dan ahora incentivos por la falta de nuevas generaciones que serían la mano de obra en el futuro). Por su puesto que no apoyo el asesinato de bebés inocentes porque creo en el derecho a la vida como el derecho fundamental de todo ser humano, ¿qué tal si una ministra o presidenta que podía dar un cambio positivo en este mundo fuera abortada? Creo además que la sexualidad y el sacramento del matrimonio tienen un valor incalculable. Y por ende en la familia como su fin y núcleo de la sociedad por ser el primer lugar donde una persona se edifica.

¿Entonces?, ¿se puede ser feminista y católica a la vez? Es difícil responder esta pregunta simplemente con un sí o un no, porque el término “feminista” es bastante ambiguo y ha sido contaminado por diversos grupos e intereses desde hace algunas décadas. Como expuse arriba hay temas en los que podemos estar de acuerdo como el respeto hacia la mujer y el reconocimiento de que tenemos derechos y capacidades al igual que el hombre. Sin embargo, es importante comprender que diferimos en cosas tan fundamentales como entender la riqueza que hay en la complementariedad entre hombre y mujer, el derecho a la vida, la sexualidad y sus usos, la familia, entre otras.

Si algo es trending topic en redes, tiene cobertura de las principales cadenas mediáticas, apoyo de grandes corporaciones y las estrellas de la industria del entretenimiento, así como fotos y videos por doquier en redes sociales, debemos cuestionarnos los intereses detrás de todo ello y no dejarnos llevar por lo superficial. Muchos movimientos y campañas poderosas como #heforshe o #imwithher y aquellas auspiciadas por organismos internacionales, políticos de alto nivel y fundaciones que dicen trabajar por los derechos humanos nos pintan pajaritos de colores, pero en el fondo siguen teniendo como fundamentos a los grupos que mencioné de la investigación de Kuby.

3. Informarse, siempre informarse

Por eso, es tan importante investigar, estar informados y definir nuestras posturas claramente en estos aspectos esenciales. Quizás incluso recibamos ataques, nos llamarán cerrados o incluso fanáticos, pero debemos mantener nuestra postura con firmeza, aunque también con compasión. No es necesario juzgar a los demás, porque siempre la misericordia y el perdón son lo primero que nos debe caracterizar. Pero no dejemos de formarnos, de alzar nuestras voces, de hacer saber también nuestros puntos de vista que son igual de válidos que los de los demás y sobretodo no dejemos de pedir la guía de María para hacerlo siempre mejor 😉

«Cristo se ha constituido ante sus contemporáneos promotor de la verdadera dignidad de la mujer» (Mulieris Dignitatem, San Juan Pablo II, 1988).

Fuente: Catholic-link

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