Ignacio nació en Loyola el año de 1491, siendo el más pequeño de ocho hijos de una noble familia; al principio su vida de desarrollo entre la corte real y la milicia, de un carácter impetuoso, valiente y tenaz; después de convertirse, estudió teología en París, donde se le unen sus seis primeros compañeros con quienes fundaría la Compañía de Jesús en Roma, la cual refería y se expandiría por todo el mundo.
Su felicidad consistía en realizar todo «para mayor gloria de Dios», su espíritu militar se refleja en el voto de obediencia al Papa, Jefe y Pastor de la Iglesia.
San Ignacio murió el 31 de julio de 1556, siendo beatificado el 27 de julio de 1609 por Pablo V, fue canonizado el año de 1622 por Gregorio XV.
Los «ejercicio espirituales» siguen haciendo el bien entre personas laicas y consagradas con un distinguido propósito de discernimiento.
Les presentamos dos de sus más bellas y conocidas oraciones en la Iglesia, especialmente usadas para hacer una entrega y acción de gracias después de comulgar.
Tomad Señor
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Todo es Vuestro:
disponed de ello
según Vuestra Voluntad.
Dadme Vuestro Amor y Gracia,
que éstas me bastan.
Amén.
Alma de Cristo
(Especialmente recomendada para la oración matinal y para la acción de gracias tras comulgar.)
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos.
Amén.