En la gran mayoría de hogares con hijos pequeños y adolescentes, tanto padre como madre trabajan. Y esta realidad –sea por necesidad o por decisión propia- hacen que el tiempo para atender las obligaciones domésticas y cotidianas –como son las tareas escolares de los hijos, su vida social o sus actividades de ocio – se vuelva escaso y difícil de manejar.
Sin embargo, si aplicamos algunas técnicas en la estructura de nuestra organización –más allá de las actividades específicas—será más fácil cubrir y cumplir con las necesidades primordiales e ineludibles. Recuerden: lo único imposible es hacer todo y, a su vez, perfecto. Aquí les damos unos consejos basados en algunas competencias profesionales que se aplican en el trabajo y que podemos, perfectamente, hacerlo también en el hogar:
1. Planificación. Antes de emprender un proyecto profesional debemos saber qué tareas implican su exitosa realización. Es lo que comúnmente llamamos “gantt”. Este mismo principio debemos aplicarlo en nuestra casa: hacer una lista que nos permita organizarnos y decidir el orden de importancia y los tiempos que necesita cada actividad. De esa manera no se nos escapará ninguna tarea importante y sabremos dosificar nuestra energía. Si el papá sabe que todos los días debe llegar de la oficina a hacer una tarea con su hijo, no habrá sorpresas ni pretextos para no hacerlo. Es más, vendrá más preparado y con ganas.
2. Diferenciar lo imprescindible de lo innecesario. La planificación nos ayudará, además, a priorizar las tareas sabiendo cuáles tenemos que cumplir por día, por semana o por mes. Esto ayuda, además, a diferenciar las tareas imprescindibles (las prioritarias e inevitables como son ir a trabajar), las deseables (son importantes pero se pueden posponer como organizar una reunión en la casa para amigos) y, finalmente, las innecesarias (que suponen complicaciones y poco beneficio). Aquí entra también diferenciar lo importante de lo urgente; y evitar, claro está, que todo lo importante se vuelva urgente al final del día.
3. Sobre todo para los profesionales perfeccionistas, esta es una palabra difícil de aplicar. A veces pensamos que sólo nosotros somos capaces de hacer todo a la perfección y, de esa manera, pretendemos abarcar todo. Malas noticias: eso es imposible. Ejercitemos la humildad para reconocer que no somos capaces de hacer todo y, junto con ella, la confianza en otras personas que nos pueden ayudar. Los abuelos, familiares cercanos, trabajadores del hogar, tutores, profesores particulares y hasta nuestros propios hijos pueden suplir algunos aspectos que pensamos imposibles de delegar. ¿O no ha pensado que su hijo de 15 años ya puede ir en transporte público a su clase particular de inglés? ¿O tal vez poner la ropa blanca en la lavadora? ¿O preparar unos tallarines simples?
4. ¿Perfección? Mejor, eficiencia. Del punto anterior podemos deducir que la perfección nos aleja de la eficiencia. Somos humanamente limitados y debemos aceptarlo. Además, es mejor sacar B en todo que A en una sola tarea y D en las restantes. Esto no significa que las cosas no estén bien hechas. Sólo que no tenemos que sentirnos culpable si es que todo lo que hacemos no obtiene un “sobresaliente” o simplemente no lo podemos hacer. No hay que ser tan duros con nosotros mismos.
5. Evaluar el equipo de trabajo y repartir tareas. Como en toda empresa, el trabajo en equipo y la colaboración entre los miembros del mismo es de vital importancia para cumplir los objetivos. Lo mismo sucede en la familia. Los padres son los “líderes” que deben guiar y repartirse las responsabilidades según los tiempos disponibles y las competencias. Lo mismo sucede con los hijos. Algunos son muy chicos para asumir grandes responsabilidades, pero otros no tanto. Hasta un niño de 3 años puede ayudar cumpliendo los horarios de baño o de comida a cargo de un cuidador. Los mayores pueden encargarse de temas netamente domésticos como limpiar u ordenar. El error está en cargarse uno solo toda la responsabilidad al hombro.
La familia es de todos y, por lo mismo, hay que trabajar por y en ella.
Giuliana Caccia
Fuente: LA MAMA OCA