Uno de los obsequios más del agrado de la Señora son los siete sábados que preceden a su fiesta. Así se demuestra, no sólo por las innumerables gracias y favores que la Santísima Señora ha concedido a muchos por esta devoción, sino también por ser expresamente mandados por la misma Señora en una de sus apariciones, en la que ordenó que el día de su fiesta fuese el miércoles inmediato antes de la Pascua del Espíritu Santo, y que a la solemnidad de ella precediera la devoción de los siete sábados. Debe por esto comenzarse el Sábado de Gloria. También se puede hacer en cualquier tiempo del año, todas las veces que alguna persona quisiera acudir a la Señora para alcanzar por su medio alguna gracia de importancia que necesitare.
Los obsequios que en los sábados se han de hacer son confesar y comulgar en cada uno; y porque esto no se puede practicar el Sábado Santo, se trasferirá al domingo siguiente de Resurrección; ayunar en todos ellos o practicar en honra de la Virgen, alguna mortificación. Sobre todo, el obsequio más agradable a la Señora es evitar toda culpa, no sólo mortal, sino venial advertida; procure cada uno practicarlo en honra de tan gran Madre. Los demás obsequios que se han de hacer en estos sábados son los mismos que están puestos para la novena.
PRIMER SÁBADO
De rodillas ante alguna imagen de la Madre Santísima de la Luz, hecha la señal de la cruz se dirá este
ACTO DE CONTRICIÓN
Amabilísimo y dulcísimo Jesús, esplendor del Eterno Padre; imagen viva suya, eterna sabiduría, único y sumo bien de mi alma, por ser quien eres, y porque te amo más que al cielo y a la tierra, más que a mí misma, y más que a todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido tantas veces; me pesa no haberte amado con todos los afectos de mi corazón; y propongo, postrada a tus pies y a los de tu Madre Santísima, no pecar más y no oponerme en lo restante de mi vida a los designios de tu caridad ardentísima; espero de tus piadosas entrañas, y por la intercesión de tu Madre María Santísima, el perdón de mis gravísimas culpas, y eficaces auxilios para servirte y amarte desde ahora y para siempre. Amén
Ahora se rezan al Espíritu Santo siete Padrenuestros en acción de gracias por los siete dones que comunicó a la Santísima Señora, ofreciéndolos con esta
ORACIÓN
Santísimo Espíritu, yo, la más indigna de los pecadores, te doy repetidas gracias por los siete dones que comunicaste a tu Esposa, querida María, Madre Inmaculada de la Luz, y por tributo aunque pequeño, de mi agradecimiento, te ofrezco estos siete Padrenuestros junto con todos los himnos de alabanza que te tributa toda la corte celestial, y te suplico por tu infinita bondad, Dios y Señor mío que me hagas participante de estos tus santos dones, para que con perfección siempre te sirva y ame. Amén.
Se muda todos los sábados la siguiente
ORACIÓN
Amabilísima Señora, Madre Santísima de la Luz, te venero como fuente de Luz la más pura y hermosa, y, atónita al contemplarte, doy repetidas gracias al Señor por haberte creado fuente de Luz tan resplandeciente que jamás fuiste obscurecida con la mancha de la culpa. Pero ¿cómo pareceré a tus purísimos ojos, yo, pecadora, cuando por mis gravísimas culpas estoy tan afeada y obscurecida? Confieso, Señora, no ser por esto digna de tu presencia; pero al mismo tiempo, creo que si Tú no me haces digna de una mirada tuya que penetre el oscuro abismo de mi corazón, reinará siempre en mí la noche terrible del pecado; y por tanto, postrada a tus pies, te pido que me mires con los ojos de tu misericordia y con los rayos de tu clemencia disipes las obscuras tinieblas de mi ceguedad. A este fin, ante tu sagrada imagen te consagro mi corazón, a Ti lo doy, a Ti lo entrego para siempre; purifícalo, Madre Santísima, y enciéndelo en amor de Dios y tuyo; y para que esta mi entrega sea firme, en adelante haz, Señora, que conciba en mi corazón un firmísimo propósito de jamás pecar. Así lo espero de tus misericordias para alabar siempre tus benignas piedades. Amén.
Aquí se le pide a la Santísima Señora el favor que se desea, pidiéndole siempre lo que más sea de su agrado y más convenga.
ORACIÓN
¡Oh Virgen benignísima, pues tan a mano tienes a tu Hijo y en Él todo el fuego que desciende del Padre de las luces; Virgen piadosísima, por cuyo respeto se deleita Dios en nuestros humildes corazones, a Ti desde ahora te entrego el mío; tómale, Señora mía; recíbelo, Madre clementísima, y acércalo a mi Dios, para que lo abrase; tócalo Tú para que en tu amor se deshaga; ábrele los ojos para que vea en Ti, Luz la más clara del día, lo que pierde quien no te ama, y lo que logra quien con veras te sirve! Amén.
Antífona.- Yo hice que en los cielos naciese una Luz indeficiente. Yo, la Madre del amor hermoso y del temor y del conocimiento, y de la santa esperanza.
V/. Ilumina mis ojos, Santa María, Madre de la Luz.
R/. Para que jamás duerma en la muerte.
ORACIÓN
¡Oh Dios, Padre de las luces, que siendo figurada la Virgen María por la columna que iluminaba a los israelitas en el tránsito del Mar Rojo, quisiste se llamase Madre de la Luz! Te rogamos nos concedas que los desterrados hijos de Eva que veneramos a tu Madre y nuestra, bajo tan grande título, por esta tu invocación merezcamos llegar en este destierro a la luz de la divina gracia, y en la patria a la luz eterna de la gloria. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
SEGUNDO SÁBADO
Acto de contrición, los siete Padrenuestros al Espíritu Santo (y así en los demás sábados) y después la siguiente:
ORACIÓN
AMABILÍSIMA Señora, Madre Santísima de la Luz, yo te venero, trono de la sabiduría divina, oráculo de la doctrina de los santos y maestra sapientísima de la Iglesia; y atónita al contemplar lo excesivo de tu sabiduría, doy repetidas gracias al Señor, por haberte dotado de un entendimiento tan colmado de sabiduría, que nunca fue ofuscado con las negras tinieblas de la ignorancia ni capaz de las sombras opacas del error. A tus pies, humildemente postrada, confieso, Señora mía, haber sido infeliz discípula en la tenebrosa escuela del mundo, solicitando ciega sus riquezas y falsos bienes, hecha maestra de iniquidad con mis palabras y obras; por tanto, detesto delante de Ti los perversos y necios dictámenes que he seguido, me avergüenzo de haber enseñado tan falsa doctrina. Dígnate, Madre y Señora mía, de iluminar a esta ciega; abre mis ojos para seguir la verdadera sabiduría; conforta mi entendimiento para conocer la falsedad; corrobora mi voluntad para amar y enseñar solamente la verdad, y para que, despreciando todo lo temporal, el tiempo que me queda de vida lo ocupe todo en seguir tu celestial sabiduría, aumentando con buenas obras la gracia. Amén
La petición, y después se hace lo que en el primer sábado, y así en los demás.
SÁBADO TERCERO
AMABILÍSIMA Señora, Santísima Madre de la Luz, idea verdadera de toda santidad: yo te saludo y venero, como modelo de toda virtud y espejo el más fiel de la más heroica perfección, y doy incesantes gracias al Señor porque empleó todas las fuerzas de su omnipotente brazo en labrar en Ti una perfectísima copia original visible de virtud. A tus pies postrada confieso, Señora haber andado muy lejos de Ti, siendo modelo de los vicios y malos ejemplos con mi vida y malas costumbres; me pesa y me arrepiento de haber sido piedra de tropiezo y causa de ruina para muchas almas con mis malos ejemplos; por eso recurro a Ti, suplicándote soberana Reina, que, pues eres guía segura de los pecadores, me encamines a mí, el mayor de ellos, por el sendero de las virtudes, esforzándome, Señora, para que viva en adelante con los ojos fijos en el modelo de tus virtudes, para copiar en todos mis pensamientos, palabras y obras la perfecta imagen de haberte imitado en el punto de mi muerte. Amén.
SÁBADO CUARTO
AMABILÍSIMA Señora, Santísima Madre de la Luz, bienhechora liberalísima del mundo, yo te venero como manantial indeficiente de donde vienen al mundo todos sus bienes y felicidades; doy gracias al Señor por haberte creado tesorera y plenipotenciaria de los divinos erarios y de todos los bienes. A Ti, benignísima Madre, confieso deber no estar ya sepultada en el infierno, por mis culpas tan merecido; a Ti debo la sanidad y haberes que gozo, y todos cuantos bienes poseo dentro y fuera de mí. Pero con todo ha sido sin igual la ingratitud de mi mala vida, empleándola tan solamente en herir tu corazón caritativo con las agudas saetas de mis pecados. ¡Oh, si pudiera yo con mi sangre, y aún con mi propia vida destruirlos! Mas ya que esto no me es posible, postrada ante Ti, soberana Señora, los aborrezco con todo mi corazón, por ser ofensa contra Dios y contra Ti, mi Madre y Señora; por tanto, te suplico que, aunque soy la más indigna de tu beneficencia, la extiendas sobre mí, concediéndome el perdón de mi ingratitud, alcanzándome los auxilios continuos de la gracia para detestar mis pecados y para que siempre, en toda mi vida, no ame otra cosa que a Dios y a Ti, liberalísima bienhechora, para conseguir, por último, el agradecer tus beneficios, alabándote eternamente en la gloria. Amén.
SÁBADO QUINTO
AMABILÍSIMA Señora, Madre Santísima de la Luz, llena de inmensa caridad y Madre del puro y santo amor, yo te alabo y venero como Luz la mas resplandeciente de caridad; y al contemplar lo excesivo de tu amor, doy repetidas gracias al Señor porque de tal suerte encendió tu corazón con el celestial fuego de amor divino, que parecía viva encendida llama del Espíritu Santo. ¡Qué vil seré yo a tus purísimos ojos, pues no he amado otra cosa que el lodo de las cosas terrenas, y de tantos objetos pecaminosos! ¿En qué cosa, soberana Señora, podía yo colocar mi amor, que en la suma bondad de mi Dios, único centro de nuestras almas? Y con todo, he despreciado tan amable bien, posponiéndolo a los de la tierra. Así confieso haber vivido; mas ahora, alumbrada con las luces de la caridad, y postrada a tus pies, detesto y aborrezco con todo mi corazón mi mala vida, y haber pospuesto a mi Dios a tan indignas criaturas, propongo, Santísima Madre, amarle a Él sólo y compensar así mi pasada frialdad. Recibe Señora, mi corazón para que lo consagres todo a tu santísimo Hijo; no quiero más vivir si no es para amarle a Él sólo; ni siquiera obrar cosa alguna si no es por darle gusto. Sé Tú Madre mía, fiadora de esta mi resolución, y haz con tu intercesión poderosa que siempre perfectamente la cumpla para imitarte a Ti, luz y ejemplo de caridad, y para amar a mi Dios con el amor beatífico de la gloria. Amén.
SÁBADO SEXTO
AMABILÍSIMA Señora, Santísima Madre de la Luz, reina graciosísima del cielo, yo te alabo y venero como erario y tesorera riquísima de gracia; y, atónita al contemplar la excesiva luz de tu hermosura, gracia y santidad, alabo y doy al Señor incesantes gracias porque con tanta opulencia te enriqueció de gracia, que empleó toda su omnipotencia, toda su sabiduría y todo su amor en darte de tanta luz de gracia cuanta no se halla junta en toda, así humana como angélica naturaleza. Confieso, soberana Señora, mi indignidad y lo perverso de mi vida; por eso no me atrevo a pedirte aquella gracia que tantas veces por tu medio he alcanzado; y tantas por mi suma malicia he vendido por lo vil de mis gustos y desordenados apetitos; pero al fin eres Madre de misericordia; eres la tesorera y dispensadora del preciosísimo erario de la gracia; por eso, arrojada a tus pies, te pido esta inestimable joya, resuelta firmemente a perderlo todo, por alcanzarla y conservarla toda mi vida; concédeme, Madre Santísima, los auxilios divinos, para que desde ahora vaya con fervorosas obras acumulando nuevas riquezas de gracias. Oye piadosa Reina, mis súplicas; esfuerza con tu ayuda este mi propósito, para que, como a Ti debo el adquirir la gracia aquí en la tierra, así por tu medio merezca la gloria que le corresponde en el cielo. Amén.
SÁBADO SÉPTIMO
AMABILÍSIMA Señora, Santísima Madre de la Luz, Emperatriz del cielo y de la tierra, dulcísimo imán, después de Dios, de los corazones de todos los bienaventurados; yo admiro la casi infinita gloria que gozas; doy al Señor repetidas gracias por haberte colocado en el sublime trono de la gloria, la más inmediata a la diestra de tu Hijo santísimo; con tanta gloria, que excedes sin comparación a la de todos los ángeles y santos, me gozo y regocijo, Reina soberana, de tan abundante gloria y felicidad; toda la quiero para Ti, y más me alegro que sea tuya que si fuera mía, porque mucho más te amo a Ti que a mí y a todas las cosas. Pero me enturbia el corazón la indignidad de mi vida y mis graves culpas; por tanto, a tus pies postrada las detesto de todo corazón por ser opuestas a mi Dios y a tu felicidad; alcánzame, Señora mía, gracia para aborrecerlas y para que en adelante me porte como hija verdadera tuya; yo me propongo, Madre Santísima, procurar hacerlo así y glorificarte aquí en la tierra con el empeño de una sincera devoción; propongo con tu ayuda enderezar mis pasos a tu gloria y mayor obsequio; no perdonaré fatiga ni gasto ni aún mi propia sangre, por la exaltación de tu gloria, por la propagación de tu devoción y solemnidad de tu santo nombre bajo el título de MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, así espero merecer como prenda segura de tu amor y de tu patrocinio, para gozarme de tu eterna felicidad en la gloria. Amén.