Algunos niños de Alepo no han conocido nada más que la guerra, y este hecho les ha marcado profundamente. Además de poder perder a sus seres queridos, sufrir heridas o pasar miedo, la guerra planta en ellos la semilla de más violencia. Es el caso de Ram, un niño musulmán de 6 años que acude al centro de los maristas. «Es un niño muy, muy violento -explica el hermano Georges Sabe -… Pega a todos. Cuando le damos juguetes, solo quiere armas y disfrazarse de soldado».
Este comportamiento es más fácil de entender conociendo su historia: «Su padre nos contó que, desde que empezó la guerra» (cuando Ram tenía solo un año) «han tenido que desplazarse cuatro veces. Él ve que los soldados matan a los malos, y se identifica con ellos», cuenta el religioso. Como ahora hay combates en la misma ciudad, y entre los barrios, «él ve que hay tiros y bombardeos y piensa únicamente que todos los demás niños son malos y que él es el único niño bueno y tiene que matar a los demás».
Ante esta actitud y esta violencia, «su familia, que no tiene formación, no sabe qué hacer». Por eso los maristas le están intentando ayudar «a salir de esa idea fija de matar a los malos. Por ejemplo, le damos juegos que no estén relacionados con la guerra, como balones. Le animamos a aprender a bailar y cantar, y también a correr mucho para que saque toda la violencia que tiene dentro y vuelva a sentirse a gusto. Además, cada día buscamos un momento en el cual le pedimos que dibuje algo, para que exprese lo que ve».
«Les hemos dicho que no pongan las noticias»
Esta ayuda sencilla va surtiendo efecto, poco a poco. «Él es un niño listo, y nos entiende cuando le explicamos que la violencia mata a la gente, porque él también ha perdido a algún pariente. Pero es muy difícil que dure, porque cuando vuelve a su realidad, con los bombardeos», las ideas de violencia vuelven a su cabeza. «Hemos pedido a su familia que no pongan las noticias en la televisión, porque son imágenes muy fuertes para él».
Ram no es el único niño musulmán que acude al centro de los maristas, y que –con la ayuda de quien ahora lee- podrá celebrar una feliz Navidad… (ver al final). «Tenemos tanto unos como otros. No podemos ocuparnos solo de los cristianos, porque todos los niños sufren la guerra igual».
«Sueño con ser educadora»
Entre estos niños musulmanes se encuentra también Hasna, de 10 años (imagen arriba de este párrafo). Estudia 3º de Primaria en el colegio, «ayudo a mi mamá y me gusta jugar al baloncesto. Mi sueño es ser educadora de niños», cuenta a Alfa y Omega.
Ahora mismo, ese sueño está lejos. «Siempre hemos vivido en Alepo, pero por la guerra muchas veces hemos tenido que trasladarnos de un barrio al otro. Nunca olvidaré el día en que tuvimos que dejar nuestra casa». Sin embargo, eso no les protegió del todo del peligro: «Mi hermano fue herido en la cabeza cuando un mortero cayó cerca de nosotros. Durante los bombardeos tengo mucho miedo. También sufro cuando por la guerra no puedo ir a la escuela».
El centro de los maristas es un oasis en la vida de esta pequeña. «Aquí encuentro a mis amigos», nos cuenta en una entrevista a través del hermano Sabé. «Este verano, nos ofrecieron un tiempo de juegos al aire libre. Los maristas ayudan a mi familia a pagar el alquiler y nos dan agua. Además, mi madre trabaja con ellos repartiendo comida caliente cada día a más de mil personas que lo necesitan».
Ram y Hasna son algunos de los miles de niños que en Medio Oriente cada día encuentran un poco de alegría y consuelo gracias a los misioneros católicos.
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Fuente: Portaluz