Comienza el Domingo de Resurrección, aunque realmente hemos iniciado el Tiempo Pascual con la celebración de la Vigilia Pascual, esa noche en que todo huele a nuevo, en que todo brilla con una luz especial. ¡CRISTO HA RESUCITADO! Hemos renacido a una nueva vida.

Bien, la Pascua es un período de cincuenta días, en los que todo es gozo, es alegría. Es un tiempo en el que se nos recuerda nuestra misión evangélica, de su importancia, porque somos los herederos del mensaje de Jesús. Debemos ser para los demás al igual que Jesús es luz para nosotros. Consta de seis domingos (contando el de resurrección), para a continuación celebrar la festividad de la Ascensión del Señor y la Pascua de Pentecostés.

Durante los domingos de Pascua las lecturas que se proclaman nos hablan intensamente del Espíritu, de su fuerza. Nos cuentan como eran las primeras comunidades cristianas, como vivían poniéndolo todo en común. Se nos habla de Jesús como el Buen Pastor, como la Vid donde crecen los sarmientos, que somos nosotros, y donde Dios es el segador que recoge la cosecha.

Nos recuerdan también el mandato del amor: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo, permaneced en mi amor”. Y “Que os améis unos a otros”

El domingo siguiente al sexto domingo de Pascua se celebra el día de la Ascensión del Señor. Día muy importante donde se nos vuelve a recordar de manera especial nuestra misión de predicación del Evangelio, donde Cristo es un gran argumento para nuestra esperanza. Jesús asciende al cielo y parece que nos quedamos solos, pero Él nos deja el Espíritu Santo como impulsor de nuestras acciones.

Y por fin el domingo siguiente es la Pascua de Pentecostés, donde Dios derrama su Espíritu sobre la debilidad humana para darle fortaleza. Al sentir el Espíritu, los hombres de todas las lenguas comienzan a entenderse. Ése es el principio de la Iglesia, la que reúne a los pueblos dispersos. La vida del Espíritu es libertad y verdad. Así, el que vive en el Espíritu puede sentirse enteramente libre de todo yugo y de toda ley, pero muy atado a la exigencia del amor.

 

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