Se contaban maravillas obradas por su intercesión, y tanto, que pronto la fama voló por los pueblos circunvecinos y aún llegó a lugares distintos de donde partían devotos peregrinos para visitar el jacal de Amialtepec que guardaba la santa imagen.
La Virgen de Juquila perteneció primeramente a Fray Jordán de Santa Catalina, que cuando llegó el momento de regresar a su lugar de origen, tenía que pagarle a un indio natural de Amialtepec, entonces le regaló en recompensa una imagen de la Purísima Concepción (la cual fue tallada en España, mide 30 centímetros y el grueso es de 4 centimetros).
Este humilde campesino, piadoso y gran devoto de María se llevó la imagen a un jacal de Amialtepec. Sus vecinos iban a verlo y la imagen fue venerada y así con singular afecto fue adquiriendo un gran cariño en la comunidad, así fue visitada con frecuencia y era invocada su intercesión ante las necesidades.
Se contaban maravillas obradas por su intercesión, y tanto, que pronto la fama voló por los pueblos circunvecinos y aún llegó a lugares distintos de donde partían devotos peregrinos para visitar el jacal de Amialtepec que guardaba la santa imagen. La noticia de tales acontecimientos llegó al cura del lugar, don Jacinto Escudero, persona instruida y sensata, quien para evitar abusos fáciles de cometer con pretextos de devoción en una casa privada, la trasladó al templo. Ahí la devoción creció y los peregrinos aumentaron considerablemente.
Corría el año de 1633 cuando llegó el invierno, los nativos pusieron fuego a la hierba seca del monte, como es costumbre entre ellos, para lograr en la primavera pasto verde para los ganados, esta vez, el fuego se propagó rápidamente y ayudado del viento, muy en breve hizo presa de los jacales de Amialtepec, los habitantes huyeron y desde un crestón cercano de su montaña vieron sus casas devoradas por las llamas, y el templo mismo en donde estaba la imagen de la virgen, por el voraz incendio, templos y casas desaparecieron.
Pasado el peligro y repuestos los indios del susto, al volver sobre el ennegrecido suelo para recoger lo que de sus cosas hubiese perdonado el fuego, vieron con sorpresa que era en efecto un montón de cenizas, pero que sobre esta quedaba entera, con sus vestidos intactos y aunque ligeramente ahumada, la imagen de María.
Fuente: Historicas UNAM