La devoción a la venerada imagen de Ntra. Sra. de Zapopan, hunde sus raíces en el proceso evangelizador del siglo XVI. En el año de 1530, el padre franciscano Antonio de Segovia llegó al valle de Atemajac, llevando sobre su pecho una pequeña imagen de la Inmaculada Concepción.
La imagen había sido hecha por manos indígenas, junto al lago de Patzcuaro, según la técnica que los purepechas empleaban, es decir, amasar la caña del maíz con miel de orquídeas, y con esa pasta hacer figuras. Se trata de una imagen pequeñita, apenas treinta centímetros, que formaba parte del material pedagógico del misionero.
Según nos cuenta el cronista Fray Francisco Frejes, que cuando la traía el padre Segovia, sólo tenía medio cuerpo y después se le formó la otra parte que le hacía falta.
La Virgen está de pie, pisando una tosca media luna; la túnica está pintada de rojo y el manto azul obscuro, fileteado de oro; sus manos son de madera y están juntas ante el pecho, tiene los ojos pintados, sus labios un poco gruesos y cerrados.
La fundación de Zapopan o Tzapopantl se dio el 8 de diciembre de 1541 por el encomendero Francisco Bobadilla, con indios de Jalostotitlán; el padre Fray Antonio de Segovia en compañía de Fray Angel de Valencia, donó a los indios de este pueblo una pequeña imagen de Nuestra señora de la Concepción; esta imagen había acompañado cerca de 10 años a Segovia en todas sus andanzas por los pueblos de Jalisco, cargándola algunas veces en la manga de su sayal, otras en un pequeño tabernáculo de madera o colgada del pecho.
Diez años después de iniciada la evangelización del occidente mexicano, los grupos indígenas del sur de Zacatecas y norte del actual Jalisco, se sublevaron en una gran rebelión que no se detenía ante ninguna consideración, pues se trataba esencialmente de una guerra de reacción en contra de todo lo español. Era el inicio, de la guerra chichimeca, que arrasó buena parte de los establecimientos tanto misionales como civiles, produciendo numerosos mártires tanto entre los misioneros, como entre los indígenas ya bautizados.
Es entonces que los misioneros intervienen, de manera directa y efectiva, el padre Antonio de Segovia, que llevando la imagen de la virgen sobre su pecho, parlamentó lo mismo con los caciques sublevados que con el virrey, acordando condiciones de paz y de justicia, que evitaron un mayor derramamiento de sangre. Esta presencia de la virgen en la montaña del Mixtón será de particular importancia en el momento mismo de la guerra, como en los sucesos posteriores a la misma. El propio misionero Antonio de Segovia, dará a la virgen un segundo título, llamándole: “La Pacificadora”
En 1542 se construyó una pequeña iglesia muy pobre, con muros de adobe, techo de paja y adornada con flores que ponían los naturales; aquí se colocó la imagen la cual dicen que empezó a derramar una continua serie de milagros. En 1609 esta capilla se derrumbó.
Poco después, le dio la vista a un ciego de nacimiento y en un lapso de cien años, a partir de ahí sigue realizando muchos milagros.
A finales del siglo XVII, Guadalajara sufrió una terrible epidemia y el obispo Juan Santiago León Garabito mandó que nuestra señora de Zapopan, fuera traída a la catedral y sucedió otro caso extraño, los médicos de la ciudad declararon que la epidemia había cesado.
La imagen hace su entrada todos los 13 de junio de cada año, para iniciar su visita a los templos y parroquias de la urbe tapatía, para regresar a su santuario el 12 de octubre (La Romería).
Fuente: arquidiocesisgdl.org