Los padres en el proceso de desarrollo de sus hijos, suelen observar diferentes actitudes que en ocasiones les llama atención, sobre todo cuando los niños son pequeños de los 3 a 5 años se ve en ellos una conducta típica; reclamo de afecto, egoísmo y cierta atracción hacia os progenitores del sexo opuesto.

Es tan palpable como se manifiestan estas actitudes en los menores, que los pequeños varoncitos suelen manifestar un apego profundo a la mamá, a quien incluso celan, con los demás hermanos y el mismo padre.  A su vez en el caso de las pequeñas suelen tener este tipo de actitudes pero en relación al papá a quien cada vez que llega del trabajo lo buscan y no lo dejan libre, quieren estar cerca de él y sus celos se manifiestan en relación a hermanos, pero particularmente con la madre.  

La mujercita en un primer momento siente el cariño hacía su madre quien le proporciona los cuidados y ternura. Este acercamiento hacia la madre cambia, cuando vive en esta temprana edad un enamoramiento con el padre; con quien se acerca y busca estar constantemente a su lado, lo acaricia, y le presume sus pequeños logros, le enseña lo que a ella le gusta e interesa. A la vez manifiesta un recelo con la mamá; porque es ella la poseedora de esa persona a quien ama.

Vive en temprana edad una competencia con la madre, la cual va menguando a medida que crece. Reconoce la culpa por tener sentimientos negativos a cerca de mamá y dentro de la normalidad poco a poco va logrando la identificación con la figura femenina, que le da amor, la protege.

Es cuando la madre  se convierte en un modelo a seguir para agradar al padre. Este Edipo femenino se consolida, cuando la mujer ya madura, busca relacionarse con personas similares a ese padre de la infancia, en las que busca seguridad, protección, afecto. Se expresa muy a menudo en las relaciones de pareja, en los matrimonios. La persona que escoge para compañero, posee una similitud muy cercana a la del progenitor.

En un Edipo no sano, afectado por los padres; la niña puede interiorizar un sentimiento de inferioridad, que al paso del tiempo le provoca angustias, temores, e incluso la obsesión por el papá  y equívocamente se identifica con la figura fuerte y protectora, tendiendo a la masculinización, y a la vez rechazando al hombre; pues ella en sí misma va tomando las características de éste, y busca por el contrario la aprobación del sexo femenino.

COMO AYUDAR AL NIÑO Y A LA NIÑA A VIVIR EL COMPLEJO DE EDIPO DENTRO DE LA NORMALIDAD
  • Uno de los puntos primordiales es que los padres comprendan los diferentes niveles de maduración del niño al de ellos que son adultos.
  • Vivir con normalidad estos eventos.
  • No igualarse a los niños, quienes se encuentran en la etapa de identificación.
  • Ser prudentes, pacientes, manifestar amor, aceptación a los hijos evitando rechazarlos o celarlos por estas actitudes.
  • No caer en el juego de los menores, atendiendo y haciendo lo que ellos desean. Recordar que ellos no pueden tomar el papel de adultos, ni los padres pueden volverse niños.
  • No olvidar la relación conyugal, recordar que los hijos son la consecuencia del amor profesado de los padres.
  • Evitar hacer un lado al cónyuge por querer corresponder al amor filial del hijo o de la hija, de la manera en como el niño lo está viviendo. Tener presente, esta etapa pasará en el menor y no se debe provocar la relación de pareja; ésta, si se descuida puede debilitarse.
  • Apoyar y guiar al niño y a la niña a vivir este lapso de tiempo de manera natural. Tener presente que los niños también sufren y sienten culpa por lo que les está sucediendo.
  • Evitar ambos padres tener manifestaciones exageradas de afecto cuando sepan que uno de los hijos o hijas está viviendo el Edipo, pues se puede fomentar más la rivalidad del hijo hacia el progenitor.
  • Procurar tener mayor acercamiento en momentos oportunos, ya sea, el padre o la madre con el hijo del mismo sexo. Involucrarlo en actividades que apoyen el proceso de identificación sexual.

 

Propiciando un ambiente familiar normal, se apoyará al niño o a la niña a vivir y superar esta etapa propia de la infancia. A la vez que se fortalece el camino hacia la adolescencia y la adultez.

Emma Monjaraz Anguiano

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