La sobre protección es un problema muy común en las familias y a veces ni nos damos cuenta que lo estamos viviendo.
El amor es paciente, el amor es servicial, el amor todo lo perdona, todo lo olvida y siempre busca el bien de la persona amada, pero a veces nos vamos al extremo y sentimos que al que amamos nos pertenece y por lo mismo queremos tenerlo siempre a nuestro lado, que no sufra, que esté siempre bien, sin darnos cuenta que eso le puede llegar a asfixiar y dañar.
La sobre protección es un problema muy común en las familias y a veces ni nos damos cuenta que lo estamos viviendo.
A nosotros los padres de familia, nos puede llegar a pasar que sentimos que nuestros hijos deben tener lo que nosotros no tuvimos, que deben vivir lo que nosotros no vivimos y queremos evitarles pasar por el dolor y sufrimiento que nosotros tuvimos en la infancia y por lo mismo les damos todo lo que nos piden; y hasta lo que no piden también se los damos, sin darnos cuenta que les estamos haciendo un mal.
Todos los excesos son malos y el cariño en exceso se vuelve algo negativo ya que limita y hasta invade a la otra persona, por eso aquí te dejo mis 5Tips para evitar la sobreprotección con nuestros hijos.
PRIMERO. Los hijos son diferentes a nosotros. ¡Conócelos!
Es muy importante que hagamos conciencia que cada uno tiene sus necesidades y características propias por lo que no podemos ni debemos tratar a nuestros hijos como sentimos que debieron tratarnos a nosotros.
Es importante conocerlos para saber que necesitan y lo que es mejor para su buena formación y un desarrollo integral de sus capacidades y afectividad.
Observarlos para conocerlos y no es necesario estar sobre ellos todo el tiempo pero acompañarlos en los momentos mas importantes de la vida, observar sus reacciones en la vida cotidiana, dedicarles por lo menos 10 minutos al día de tiempo completo, evitando que otros asuntos nos quiten la atención.
Observar para responder a sus necesidades y también para amarles sin hacerles daño.
SEGUNDO. Nuestros hijos tienen diferentes necesidades que nosotros.
Al conocerlos nos podemos dar cuenta que son únicos y así sus necesidades son específicas por lo que no podemos tratar a todos por igual.
Hay quien requiere mas contacto físico, otros más cuidados, otros necesitan atención, otros un poco más de libertad, otros que seamos exigentes con ellos y otros que seamos tiernos, pero todos necesitan Amor.
Si nos movemos por amor y desde el Amor, podremos tener un equilibrio y dar solo lo que nuestros hijos necesitan sin que nuestras carencias definan nuestras acciones.
TERCERO. Edúcalos desde el Amor.
Claro, el Amor debe ser el centro de la educación. Si amamos a nuestros hijos, buscaremos siempre su bien, pero si amamos a nuestros hijos seremos capaces de poner un límite para nuestro amor.
Nuestros hijos pueden notar cuando hacemos las cosas por amor y cuando las hacemos por obligación. Una misma acción puede ser benéfica o dañina dependiendo de la intención con la que la realicemos y de lo que la ha movido o provocado.
El Amor implica preguntarnos ¿que haría Jesús en esta situación?
CUARTO. Edúcalos con uno poco de hambre y un poco de frío.
El que nuestros hijos tengan todo les limita y los incapacita ya que les impide desarrollarse integralmente.
Un poco de habré y un poco de frío no le hacen daño a nadie por el contrario, fomenta la resiliencia y la capacidad de crecer.
Y cuidado de hacer las cosas para competir con los otros, para ir con la tendencia o para estar al ultimo grito de la moda porque es muy difícil aguantar ese paso.
Es mejor que capacitemos a nuestros hijos para la vida y les enseñemos a ofrecer todo lo que es necesario vivir, carencias, dolores, humillaciones, etc para que de ellas aprendan y al unirlas a la cruz con Jesús, sean fecundas y beneficien a muchos, incluidos ellos mismos.
Y QUINTO. Nuestro modelo es la familia de Nazaret
No hay más que decir. Debemos preguntarnos ¿Como educaron María y José a Jesús?
Ojalá que podamos tener este modelo de familia para así, emprender el rumbo de la educación de nuestros hijos y ser capaces de amarlos y protegerlos pero sin excedernos.
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Publicado originalmente en Catholic net