“Su hija viene muy mal, se puede morir”. Estas son las palabras que la doctora dijo a Paco y a Maga en la clínica de salud de la Cruz Verde, en Guadalajara, a la que llegaron con su pequeña Alejandra, de dos años y 10 meses de edad. Una hora antes había sufrido un fuerte golpe en la cabeza.

El 12 de diciembre

Aquel 12 de diciembre de 2018 era un día tranquilo en la casa de la familia Junco Díaz. Paco trabajaba en su computadora y Maga preparaba la comida. Más tarde –como cada año- irían a Misa para celebrar a la Virgen de Guadalupe.Alejandra jugaba a ser cantante con su hermana Ángela. Sentada al pie de la cama interpretaba una canción, pero perdió el equilibrio y su frente golpeó contra el piso. Un ruido seco cimbró la casa. “Se escuchó muy fuerte, como si se quebrara un jarro de barro”, recuerda Paco, en entrevista con Desde la fe.

En pocos segundos se escuchó el llanto. Los papás corrieron al cuarto y abrazaron a la niña para averiguar su estado: «¿Cómo te llamas?», «¿Cuántos años tienes?», le preguntaron. Ale reaccionó y respondió a las preguntas. No había sangre ni inflamación considerable; al parecer, todo había quedado en un susto.  Pero minutos después, la pequeña comenzó a aletargarse y los padres decidieron llevarla a la clínica cercana. “En la zona donde vivimos en realidad nunca pasan taxis. Salimos a la calle y justo en la esquina apareció uno. El conductor entendió la situación y fue muy amable. Estábamos de camino y mi hija tenía un hilo de vida, prácticamente, tenía la mirada perdida”, agrega Paco.

Maga la mantenía despierta: “Yo le iba hablando, le iba diciendo «aguanta, hija, tú puedes. Aquí estamos contigo, todo va a salir bien». En el trayecto vomitó”.   Cuando llegaron a la clínica, ya recostada en la camilla empezó a convulsionar. Los médicos la sedaron y la intubaron. Ahí fue cuando escucharon esas palabras: «Su hija se puede morir».

Paco recibió la llamada de José Pablo, uno de sus hijos. “Me dijo: «Papá, prométeme que mi hermana va a estar bien». No podía prometerle eso, me costaba mucho trabajo contener las lágrimas. Pero sí le prometí que, cuando la viera, le iba a dar un beso de su parte”, recuerda.

Pidiendo ayuda a la Virgen

“Yo siempre llevo un rosario en mi bolsa –cuenta Maga-, lo agarré y comencé a rezar. ¿Qué recé? No lo sé, no sé si fue un misterio, tres misterios o 20 Rosarios. Yo sólo le pedía a la Virgen de Guadalupe: ‘cuídala, cuídala, cuídala’”. Paco, en cambio, recuerda aquellos Padres Nuestros como los más difíciles de su vida. “Me costaba mucho trabajo decir «hágase tu voluntad», por miedo a que lo que Él quería no fuera lo que yo quería”.Llamaron a sus amigos y familiares más cercanos para pedirles que se unieran en oración por la pequeña Alejandra, a quien pusieron en las manos de “la Morenita”. Y ellos a su vez contactaron a otras personas que también se unieron.  “Fueron muchas oraciones y peticiones a la Virgen de Guadalupe: en Guadalajara, la Ciudad de México, Veracruz, Monterrey, incluso en Estados Unidos. La cadena llegó a muchos lugares”, dice Paco.

Después de estabilizarla, los médicos enviaron a Ale en ambulancia a un hospital cercano para realizarle una tomografía. Tras revisar el estudio, la doctora les explicó que todo indicaba un derrame cerebral, y canalizó a la niña al Hospital Civil de Guadalajara, un nosocomio con Nivel 3 en Pediatría, pues la gravedad del golpe les impedía atenderla debidamente en esa clínica.

Ale se mantenía en estado crítico, pero sus papás estaban más tranquilos. “Seguía igual, inconsciente, pero nosotros sentíamos paz. No sé cómo describirlo, porque aún estábamos en la misma situación”.

Ninguna secuela

Maga  volvió a casa a comer algo, tomar un baño y ver a sus otros hijos: Ángela, José Pablo, María Ana y Juan Pedro, para explicarles la situación. En tanto, una voz sonó en la Sala de Espera: «Familiares de la niña Junco».
«A ver, cuénteme ¿Qué pasó?», pidió la doctora. Paco le platicó todo lo acontecido desde el golpe hasta ese momento. Ella escuchó en silencio, asombrada, el relato del accidente.  “La doctora me dijo: «Su hija no tiene nada, literalmente. Puede pasar a verla». Yo esperaba encontrármela acostada, pero ya estaba sentadita. Me vio y me abrazó, me preguntó por todos sus hermanos”.Ahí, Paco pudo cumplir la promesa que le hizo a José Pablo, darle un beso a la niña. En la familia Junco Díaz, nadie tiene dudas de que la Virgen de Guadalupe los escuchó y les regaló el milagro de su intercesión. “Ale no tiene ninguna secuela, es una niña completamente normal. De hecho, hay algunas personas que le dicen Lupita”, finaliza diciendo Maga.

Fuente: Portaluz
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