Deseos de empezar de nuevo en la educación de los hijos.

Si los padres supieran que la sobreprotección de su niño o niña hoy, será la fragilidad de su hijo o hija mañana, darían al botón de rewind, y querrían empezar de nuevo; sin embargo, no existe ese botón, y aunque siempre habrá pequeños remedios, al final habremos de asumir las consecuencias de nuestra inexperiencia o de nuestra falta de visión educativa.


Se escucha a muchos padres escandalizados porque la profesora le ha reñido a su hija en la clase de deporte porque no respeta las normas, o porque no se le deja saltar a la comba en la mitad de clase como lo hace en casa, o no se le deja dar volteretas por los pasillos… Las niñas y niños , piensan algunos padres, han de sentirse felices en todo momento, y no se les debe cohibir ni poner límites a su natural espontaneidad.

Esos padres son los mismos que también se escandalizan cuando otra niña o niño de la clase, fruto de su natural espontaneidad, le da una bofetada a su hija o le muerde el brazo en el recreo… Y pasados los años, son esos mismos padres los que se escandalizan de que una compañera de la clase de su hija, fruto de su natural espontaneidad, ponga un comentario poco afortunado hacia su hija en el whatsApp del grupo, o no quiera que su hija esté en el patio con ellas… Y es que cuando le afecta a » mi hija o hijo», lo de la «natural espontaneidad» deja de ser el paradigma. Ni la sobreprotección ni la carencia de límites son buenos compañeros de viaje en educación.

Niños y adolescentes necesitan mucho cariño y ámbitos de autonomía, pero también firmeza. No son en absoluto incompatibles. Cariño sin firmeza es errar como educadores, tanto para padres como para profesores. No hay que tener tanto miedo a decir que no a los hijos, siempre y cuando no sea la tónica habitual: una de cal y otra de arena. Que la niña o niño se queje y proteste porque le ponen límites a su natural espontaneidad es lo más normal, y no debería extrañar a nadie. Los niños no son tontos y saben qué decir a sus padres, especialmente a sus madres, para manipular y conseguir lo que quieren. Lo hemos hecho todos «por si colaba»… La cosa es que pocas veces colaba, y sin embargo, ahora parece ser que cuela mucho más frecuentemente .

A veces pensamos que los niños son incapaces de entender y respetar unas normas con toda naturalidad, y como pensamos que son incapaces, no les exigimos y los vamos haciendo frágiles de voluntad. Sin embargo, luego, en la adolescencia, buscamos que tengan la madurez que no pueden tener, y menos si de niños se les ha consentido hacer todo lo que su natural espontaneidad les inspiraba. Sin darnos cuenta, por querer su felicidad del presente, los vamos haciendo dependientes y frágiles para el mañana.

Fragilidad que en la adolescencia les llevará, entre otras muchas cosas, a ser incapaces de aguantar horas sentados en la mesa de estudio, incapaces de recoger su habitación, de ayudar en casa como uno más, o de levantarse a la hora para coger el autobús del colegio sin que le tengamos que ir a levantar nosotros …

No tengamos miedo a exigir ni a que les exijan a nuestros hijos, a marcarles límites desde pequeños y pedirles que los respeten con autoridad y firmeza. Estamos poniendo los cimientos del futuro y los cimientos han de irse poniendo sobre una base educativa fuerte y sólida, incompatibles con la flojera y la natural espontaneidad.

No hay que perder de vista, que las «exigentes incomodidades» de hoy, serán la fortaleza y felicidad de los hijos, mañana.

Autor: Elizabete Bengoetxea

Fuente: SON TUS HIJOS

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