Hijo El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: «Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad» (Mt 6, 7).
Hijo Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza».
San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 12
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Estos textos son una adaptación de la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, nn. 12-17.
El Rosario, oración meditativa
El Rosario es oración meditativa. Quiere decir que hemos de rezarlos con serenidad, tratando de recordar y meditar los misterios de la vida Cristo. Así nos ayuda a profundizar en el conocimiento, amor e imitación de Cristo, a configurarnos con Él, a interceder por medio de Él y a poder anunciarlo con el testimonio de vida y con la palabra.
Desde la experiencia y el recuerdo de María, el Rosario es oración marcadamente meditativa. La meditación es dimensión esencialmente necesaria. Lo contrario sería un cuerpo sin alma, rutina, locuacidad (Mt.6,7). Requiere un ritmo tranquilo, reflexivo… ver, recordar, meditar. contemplar… haciendo, al menos, unos instantes de silencio al enunciar cada misterio. Entonces, estamos celebrando el Rosario con los sentimientos del Corazón de María.
Recordar a Cristo con María
En el Rosario, meditamos la vida de Cristo con María, actualizando los misterios de la salvación. Dicha actualización se realiza eminentemente en la Liturgia, pero no exclusivamente (S.C.10) porque no agota la riqueza de la vida espiritual. Sigue siendo necesaria la oración personal incesante (S.C.12). Véase la sección: El Rosario en la doctrina de la Iglesia.
El Rosario es oración incesante. El Rosario es oración que brota de la Liturgia, la acompaña, la enriquece y la sigue. El Rosario es recuerdo, meditación o contemplación personal de los misterios de Cristo que ayuda a la comunión y configuración con Cristo y a celebrar los tiempos litúrgicos.
Comprender a Cristo desde María
El Rosario meditado nos ayuda a comprender a Cristo desde María. María Madre es la criatura que mejor conoce a Cristo. Por lo tanto, es la que mejor nos puede conducir a conocerlo en su vida, en sus misterios y en su doctrina, a comprenderlo, desde la Encarnación a la Resurrección, desde el anonadamiento a la exaltación.
Para aprender a meditar la vida de Cristo en el Rosario, vayamos a la «escuela de María» María es la Maestra eficaz que mejor nos enseña a conocer y amar a Cristo, a leer su vida en los misterios del Rosario. Así como María orientó a los invitados de Caná hacia su Hijo, así nos orienta a nosotros en el Rosario. Así como María perseveró en oración con los discípulos en Pentecostés, así nos alienta a perseverar en la oración por medio del Rosario. María es la «Maestra eficaz» que nos enseña a ser fieles a Cristo con su ejemplo desde la Anunciación hasta la Resurrección y Ascensión en la meditación del Rosario y que nos obtiene las gracias que necesitamos para grabar y asimilar los misterios del Hijo y ser cristianos consecuentes.
Configurarse a Cristo con María
La meditación del Rosario nos configura a Cristo con María. Ella respira el misterio del Hijo porque vive en intima comunión con Él. María se parece al Hijo y el Hijo, también se parece a la Madre como dos amigos íntimos.
La espiritualidad cristiana tiene como centro la configuración con Cristo: vivir las exigencias del Bautismo según el Evangelio, vivir según la lógica de Cristo.
El Rosario ayuda a ello porque crea una asiduidad amistosa con Cristo, con sus costumbres, sentimientos, palabras y gestos que van calando en el alma. De esta manera, María, Madre y Educadora, nos va educando y modelando según el Corazón de su Hijo.
Por eso, ser totalmente de María (que vive en Cristo y en función de Cristo) es la mejor manera de ser totalmente de Cristo.
Rogar a Cristo con María
Cristo nos invita a orar con insistencia (Mt. 7,7; Rm 8, 26). María, cuando meditamos el Rosario, viene en ayuda de nuestras necesidades como en Caná. Nos apoyamos en Ella que nos muestra el camino (Jo.2, 3). María, «omnipotencia por gracia», intercede, ruega por nosotros, sale a nuestro encuentro.
Anunciar a Cristo con María
El Rosario meditado es itinerario de anuncio de los misterios de Cristo en la oración, catequesis, predicación, momentos difíciles… que ha marcado la labor pastoral de la Iglesia durante siglos como lo confirman la vida y predicación de Sto. Domingo de Guzmán y de los dominicos.
Conclusión
Hagamos el propósito de rezar el Rosario con serenidad, meditativamente, como, haciéndola nuestra y propagándola.
FRAY CARLOS LLEDÓ LÓPEZ OP
Fuente: Catequesis familiar