La empatía generalmente se la define como la capacidad de entender el mundo interior o el estado emocional de la otra persona, 

pero esta definición resulta muy pobre. 

Edith Stein realizó su tesis doctoral en la empatía.

Ella profundizó en este tema concluyendo que una persona que tiene empatía dice:

“Lo que tu sientes, me afecta.” Como vemos Stein va más allá.

La empatía no es solo entender lo que siente el otro, pero que además que te llegue afectar, a conmover. 

Esta capacidad resulta muy importante en cualquier relación interpersonal ya sea de trabajo, entre esposos, entre profesores y alumnos o padres e hijos.

Ya que la persona que siente comprendida va a actuar o trabajar bien,

pero la persona que se siente querida, que se siente valorada va a dar lo mejor de si. 

Para comprender y conmoverse por el corazón de otros, es importante primero conocer el propio.

Nuestros sueños, anhelos, frustraciones, alegrías..

Estar en contacto con nuestras emociones, y tener la capacidad de dominarlas.

Este dominio se lo consigue mediante la adquisición de hábitos y virtudes (como el orden, la templanza, el esfuerzo, la generosidad..) que forjan la llamada “fuerza de voluntad”,

haciendo posible encauzar nuestros impulsos y sentimientos hacia el bien,

 e impedir que nuestros actos perjudiquen a los demás o a nosotros mismos.

Una persona que goza de empatía sabe que cada persona es única e irrepetible,

y que por tanto, no se la puede educar en serie, como zapatos fabricados por una máquina.

Por ello, hay que conocer al alumno o al hijo, sus debilidades y sus destrezas,

para ayudarlo a crecer y maximizar su potencial,

Esta educación que tiene en cuenta a cada persona como un ser único se diferencia en la forma o método de enseñanza.

El fondo de la educación es el mismo: enseñar la verdad de las cosas,

lo que está bien y lo que está mal, impulsar la creatividad, asentar la autoestima, formar la afectividad..

Pero la forma de enseñarlo es la que se adecúa a cada persona para que se pueda aprender e interiorizar mejor.

Ejemplo:

– Enseñar la historia de nuestra independencia:

hay niños que aprenden mejor escuchando la historia, otros son más visuales y necesitan ver unas diapositivas con las fechas y nombres,

habrán niños que retengan las fechas al repetirlas varias veces, otros necesitarán asociarlas con algo.

Como vemos el método de enseñanza es distinto, pero el fondo es el mismo.

 Tener empatía no significa excusar si el hijo o el alumno actuaron de forma incorrecta. 

 Ejemplo: 

– Un niño le pega al otro.

Sabemos que ese niño está actuando de forma agresiva porque tiene problemas en casa, sentimos su tristeza, su ansiedad y frustración,

no por ello debemos “mirar al otro lado por pena” porque no le estaríamos haciendo un bien.

Tampoco le haría un bien un castigo “te quedas sin televisión o sin recreo”.

Ese niño necesita expresar lo que siente de una forma saludable.

En este caso, la empatía nos lleva a hacerle reflexionar que la agredir a otro está mal, y no lo hará sentirse mejor. 

 Edith Stein, fue la primera doctora de filosofía en Alemania, dedicó parte de su vida a promover que las mujeres pueden asistir y enseñar en la universidad.

Se convirtió al catolicismo y fue carmelita.

Esta santa que destacó la importancia de la empatía, de abrirse a los demás para conocer y comprender mejor a las personas (en lugar de “encerrarnos en la prisión de nuestras propias particularidades”)

murió en la cámara de gas en Auschwitz debido su origen judío,

víctima de Hitler, un hombre encerrado en sus propios intereses y conflictos, con una conciencia deformada, carente de empatía.

Publicado originalmente en Cápsulas de verdad

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