De la herida de desconocer el Amor de Dios, dice el P. Alsina, se derivan muchas otras. Él escribe una lista de 7, «de las que el Corazón de Jesús nos cura».

7 heridas en nuestra cultura de las que nos sana el Corazón de Cristo

1.- La herida de la desconfianza

La desconfianza arraiga en el corazón del que se siente inseguro de sí mismo. El hombre de hoy es profundamente desconfiado. La seguridad la encontramos en el sabernos amados. Viviendo en el Corazón de Jesús escuchamos esa palabra sanadora: “Tú eres mi hijo amado el predilecto”. Esa palabra nos sana y nos hace confiar contra toda desconfianza.

2.- La herida de la dureza de corazón

Decía San Bernardo que es el peor de todos los males. La dureza de corazón muchas veces es fruto de un sufrimiento “mal encajado”. ¡Cuántos corazones duros encontramos que ya no saben gozar con el bien y entristecerse ante el mal! El Corazón de Jesús ablanda nuestro corazón porque nos hace descubrir que cuando nosotros sufríamos Él sufría con nosotros y por nosotros.

3.- La herida del narcisismo

Narciso fue aquel joven que se ahogó mirando su propio rostro en un lago. ¡Cuánta angustia en nuestros contemporáneos por vivir siempre pendientes de sí mismos! Quien se sabe contemplado por un Amor gratuito sale de sí mismo al encuentro de los demás. El que experimenta la mirada del Corazón de Jesús, aprende a olvidarse de si mismo y a mirar a los demás con admiración y agradecimiento.

4.- La herida de la impureza

El pecado original tuvo como primera consecuencia una mirada posesiva del hombre respecto a la mujer y de la mujer respecto al hombre. En nuestros días el consumo de pornografía ha llegado a límites insospechados. Tiene como consecuencia más dificultad para vivir el amor desde una visión integral del cuerpo como templo del Espíritu. El Corazón de Jesús cura la herida de nuestra impureza restaurando la mirada hacia nuestro cuerpo y el de los demás, percibiéndonos como un don y un misterio los unos para los otros.

5.- La herida de la secularización

La sociedad occidental se ha acostumbrado a vivir sin Dios. Como decía el título de un libro de Tatiana Gorícheva, rusa convertida en la época soviética, «hablar de Dios resulta peligroso». Un mundo sin Dios es un mundo triste porque no sabe responder a las preguntas más profundas que anidan en el corazón humano. El Corazón de Jesús es signo de un Amor que quiere reinar en todos los Corazones. La familia que lo acoge, el pueblo que lo reconoce como su Señor queda curado de la herida de la secularización y encuentra la paz y la alegría de la salvación.

6.- La herida de la indiferencia

A todos nos duele que en una conversación no nos tomen en cuenta. El mundo digital nos tiene anestesiados ante el mundo real que es el de los hombres que caminan a nuestro lado con alegrías y esperanzas, con tristezas y sufrimientos. El Corazón de Jesús nos despierta del sueño de la indiferencia ante el que vive y sufre a nuestro lado y nos hace caer en cuenta de que Dios, en Jesús nos ha amado en serio. Cuando nos abrimos a ese amor dejamos de ser indiferentes para con Dios y para con los demás.

7.- La herida de la ingratitud

De las primeras cosas que se aprenden cuando uno se sabe amado es a dar gracias. La carencia de amor gratuito incapacita al hombre actual para la gratitud. Quien se pone ante el Corazón de Cristo percibe que es amado por un amor que no pide a cambio más que nos dejemos amar por Él. Ese amor nos cura y nos hace dar las gracias por ser capaces de amar y de ser amados por Dios y por los demás.

Fuente: Religión en libertad

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