Constantemente me siento culpable sobre esto, y supongo que muchos de ustedes también sienten lo mismo. Pienso que el más grande obstáculo para nuestra relación con Dios (después del pecado, por supuesto) es «no hay tiempo».
Si dedicara a mis hijos tanto tiempo como le dedico a Dios, podría ser procesado por negligencia infantil y abuso.
Si dedicara tan poco tiempo a mi esposa como le dedico a Dios, ella tendría motivos para divorciarse por abandono.
Aun así, todos sabemos por experiencia que cuando le entregamos tiempo a Dios, somos felices. Cuando engañamos a Dios, nos engañamos a nosotros mismos. Sabemos esto, por miles de experiencias repetidas. Y aún así, seguimos alejándonos de Dios, de la comunión con Dios, de la oración, como si esto fuera una medicina amarga.
Tenemos tanto miedo al silencio y la soledad, los cuales son necesarios para la oración privada, que se las damos a nuestros más desesperados criminales, como la más horrible tortura que nuestra mente puede concebir: «¡Confinamiento Solitario!»
¿Por qué parece que no tenemos tanto tiempo como el que tenían nuestros antepasados? De hecho, todos nosotros tenemos exactamente la misma cantidad – 24 horas cada día.
La tecnología nos debería haber dado un tiempo extra. Nuestras vidas deberían estar destilando tiempo libre. ¡Tantos dispositivos que nos ahorran tiempo! Sin embargo, hacen exactamente lo contrario. ¡Cuantos más dispositivos que nos ahorran tiempo tenemos, menos tiempo tenemos! (La única manera de tener tiempo, es retrasar el reloj y no adelantarlo!) ¿Qué salió mal?
Falta de oración: causa de la falta de tiempo
Nuestras bisabuelas pasaban horas frotando su ropa ellas mismas, en un lavadero de mano; hoy solo presionamos un botón en una máquina lavadora.
Nuestros antepasados tuvieron que criar, cazar y sacrificar su propia comida; nosotros la compramos en el supermercado, abrimos el microondas, y presionamos un botón fácilmente; no obstante, estamos mucho más acosados por el tiempo de lo que ellos estaban. ¿Por qué?
En las sociedades más antiguas, los ricos tenían esclavos que hacían su propio trabajo manual con el fin de que ellos pudieran disfrutar el tiempo libre. Hoy, las máquinas han reemplazo a los esclavos; sin embargo tenemos menos tiempo libre ¿Por qué?
Este no es el lugar para un diagnóstico general de la enfermedad de nuestra sociedad (aunque para una rápida y profunda sugerencia, lee, Los Pensamientos de Pascal, especialmente los relacionados con la «diversión»). Pero si «es» el lugar para un diagnóstico de nuestra excusa para no rezar, y considero que este diagnóstico también tiene muchas otras aplicaciones.
Debemos empezar aquí con nuestros pensamientos. No tenemos tiempo para la oración porque pensamos erróneamente sobre el tiempo y la oración.
Tenemos tiempo y oración invertidos. Pensamos que el tiempo determina la oración, pero es la oración la que determina el tiempo. Pensamos que nuestra falta de tiempo es la causa de nuestra falta de oración, pero no es así; es nuestra falta de oración es la causa de nuestra falta de tiempo.
Cuando un niño pequeño ofrece a Cristo cinco panes y dos peces, Él los multiplica milagrosamente. Él hace lo mismo con nuestro tiempo, pero solo si se lo ofrecemos en oración. Esto es literalmente milagroso, y lo sé por repetidas experiencias.
Cada día que digo que estoy muy ocupado para orar, parece que no tengo el tiempo, logro poco y me siento agotado y esclavizado por el tiempo. Cada día que digo que NO estoy muy ocupado para orar, ofrezco panes y peces a Cristo; y Él milagrosamente los multiplica y comparto esta conquista de tiempo. No tengo idea de cómo lo hace, solo sé que lo hace una y otra vez.
No obstante, me resisto a sacrificar mis panes y peces a Él. Soy un idiota. Esta es una de las cosas que significa el pecado original: locura espiritual, preferencia a la miseria en lugar de la alegría, pequeños pedazos de infierno a pequeños pedazos de cielo.
Debemos restaurar nuestra cordura espiritual. Un gran paso en esa dirección es pensar verdaderamente en el tiempo.
El tiempo es como el escenario de una obra. El escenario es realmente parte de la obra, contenido y determinado por la misma. Pero a menudo pensamos lo contrario: pensamos que la obra está contenida en el escenario. Pensamos que el tema, el significado, el espíritu de la obra está en el lugar material en vez de todo lo contrario.
Es como pensar que el alma está dentro del cuerpo. De hecho, es el cuerpo el que está dentro del alma. Así decía Santo Tomás de Aquino. Y así como el tiempo mide el movimiento de los cuerpos materiales, la oración mide los movimientos del alma, es decir que el tiempo está realmente en la oración y no la oración en el tiempo. La oración determina, cambia, y milagrosamente multiplica el tiempo (los panes y peces).
La oración multiplica el tiempo
La oración multiplica el tiempo solo siempre y cuando sacrificamos nuestro tiempo y lo ofrecemos. Es aquí donde está el problema, le tenemos miedo al sacrificio, por pensar que es una especie de muerte.
Todas las religiones del mundo están basadas en el sacrificio, en la muerte voluntaria. Solamente la falsa religión de la psicología popular (la cual ha infiltrado hasta la iglesia moderna) ignora este hecho. Incluso los paganos y politeístas lo saben.
El dios más popular en India es Shiva, el destructor, y la diosa más popular es Kali, su equivalente femenino.
Igualmente, los hinduistas conocen la importancia de la cirugía espiritual, la muerte y el sacrificio. Después del calvario, ¿cómo los cristianos tienen menos conocimiento de esto? Nuestro Señor, nos enseñó repetidamente que a menos que carguemos nuestra cruz y lo sigamos, no podremos ser sus discípulos.
Esto probablemente puede significar cosas difíciles; pero una de las cosas más simples y fáciles es sacrificar nuestro tiempo a Dios porque el tiempo es vida, «tiempo de vida»
El punto es muy simple: Con el fin de crear el tiempo para orar, debemos destruir el tiempo para hacer otra cosa. Debemos acabar con algo, negarnos a algo, decir no a algo.
¿A qué debemos decir no? Déjame hacer una simple, obvia y radical sugerencia: Acaba con la televisión. Te reto, si no puedes hacerlo, entonces la televisión te droga y tú eres un adicto.
«Un hombre es un esclavo de todo lo que no puede separarse menos que él mismo» (George MacDonald)
La eternidad no está en el futuro, pero si en el presente
Cada persona y familia que conozco que ha hecho esto voluntariamente, ha sido feliz por esto. La televisión es gran parte una tubería de drenaje de todas formas.
¿Por qué llenar tu mente y tu alma con los productos de desecho de la élite más rabiosamente antirreligiosa de nuestra sociedad?
Incluso si no hubiera nada por lo que sacrificar la televisión, sería bueno hacerlo, para salvar tu inteligencia y cordura moral. Más razón aún para sacrificarla por la oración.
Revisa cuantas horas a la semana pasas frente a tu televisión y utiliza solamente parte de este tiempo para la oración. Obtendrás un triple beneficio: limpieza de la basura que hay dentro de ti, tiempo de oración y tiempo libre extra.
La alternativa es la esclavitud mental que vemos a nuestro alrededor, el gigante, la preocupación y el afán, y nunca poder llegar «allá» porque aquí no hay tiempo suficiente, pero si en la eternidad.
El mundo moderno es infeliz porque no ha tocado la eternidad. Toda la verdadera felicidad es un adelanto de la eternidad.
La eternidad no está en el futuro pero si en el presente. El futuro es irreal, no es todavía real.
Una de las mentiras más ridículas y exitosas del diablo es la idea que dediquemos nuestras vidas persiguiendo y adquiriendo bienes que todavía no tenemos, en vez de disfrutar los que si tenemos. Esto nos hace esclavos del tiempo, del futuro irreal, para siempre, porque «mañana siempre es un día lejano»
La primera regla para la oración, el primer paso importante no es cómo hacerlo, sino en solo hacerlo; no perfeccionarla y completarla sino empezarla.
Una vez que el carro se empieza a mover es más fácil dirigirlo en la dirección correcta, pero es mucho más difícil empezar cuando está estancado. Y la oración está estancada en nuestro mundo.
Así que, deja de leer y empieza a orar. Ahora mismo.
Fuente: Píldoras.net